martes, 5 de enero de 2010

"La prisa mata amigo"

Cada vez que subía al transporte público de cualquier ciudad de España terminaba enojada con el funcionamiento del servicio. Nunca comprendí el mal humor de los trabajadores de la EMT por ejemplo. Ni la subida constante de los precios. El retraso, las esperas, la decadencia de muchos de los antiguos vagones del metro. Ni qué hablar de algunas empresas de transportes entre ciudades... creo sinceramente que en nuestro país, la paciencia es una virtud que escasea bastante en cuanto a estas cuestiones. Cuando en Cuba esperé durante tres horas cargada con mi maleta, a las afueras de la ciudad y en medio de una carretera sin saber si quiera si ese día tendría la suerte de que pasara, o mejor aún, parara algún autobús, entendí la importancia de tomarse la situación de la mejor manera posible. Al fin y al cabo, enfadarse, no haría que las cosas sucedieran de otro modo. Al final comprendes... simplemente es otra filosofía de vida, esperar... no te queda otra.
Siempre comparaba Madrid con Valencia... me parecía una ciudad caótica, asfixiante, oscura... demasiado tráfico, demasiadas prisas. Cuando llegué a Buenos Aires, Madrid se había convertido ya en mis recuerdos en una ciudad pequeña y tranquila. Pero fue en Lima donde todos mis esquemas de organización que hasta ahora había conocido se desmoronaron por completo.
¿Cómo puede ser que en medio del caos que reina en esa jungla, la gente viva tan tranquila? Durante mi primera semana allí prácticamente no podía cerrar la boca de asombro. Nunca he visto conducir a nadie en ninguna ciudad como allí. Sería lo mismo si no hubiesen señales de tráfico. Jamás había estado metida en un autobús tanto tiempo parada porque a un guardia de tráfico se le olvide dejarte pasar. Subir a los autobuses es una autética odisea.... es imposible saber cuál va a cada lugar, para eso están los cobradores colgados de la puerta gritando las calles... sin duda lo mejor, es correr detrás del micro y engancharte al vuelo.
Una vez en Cliclayo, llegué a ver como dos cobradores estiraban cada uno para sí, los bracitos de una niña y su madre por subirlas a su combi. Ni siquiera he hablado de la aventura de viajar en una combi.... Mi asombro, no solo era de incomprensión, si no de curiosidad e incluso a veces de diversión.
Entonces, pensaba en las veces que había considerado a España desorganizaba.... y lo lejos que veía todo aquello de la realidad que se vive en muchos lugares del mundo.
Hacía más de un año que no subía a un autobús de mi ciudad. Pagué, me senté... y durante todo el trayecto solo pensaba en como sería mi viaje de camino al centro subida en uno de esos micros. Nunca vi un lugar tan frío como aquel, y como extrañé de pronto todo ese caos del que sin darte cuenta llegas a depender.
Pese a todo... y principalmente a nuestra falta de paciencia en muchas ocasiones... sigo pensando que el carácter de los obreros del transporte público en nuestro país, deja aún bastante que desear... quizá deberíamos aprender a ser más tolerantes, más pacientes y permisivos. Como dicen en Marruecos.... "la prisa mata amigo".

A. Benlloch

viernes, 1 de enero de 2010



Vuela, sueña, vive...

Hace casi un año que no habría el cajón del escritorio de mi habitación... bajo todos los papeles y trastos desordenados encuentro una pequeña libreta cuyo título es "Vuela, sueña, vive".
Recuerdo que me la regaló Anita cuando iba a subir al avión que me llevaría camino de Cuba.
No escribí demasiado... pero al leer lo que contenía no pude evitar recordar el mismo instante en que escribí cada palabra y todo lo que aquello me producía. Estas fueron las últimas:
"Como puedo explicar todo lo que llevo aquí dentro. Siento que las cosas suceden por algún motivo y que actuas según te nace en cada momento que tu consideras especial. Aquí no hay nada más maravilloso que dejarse llevar... No se que es lo que envuelve este lugar, tanta gente diferente, pero a la vez tan parecidos. Tan lejos de todo aquello que consideras tu vida, tu hogar. Hay una magia que envuelve cada instante que se vive áquí de manera intensa... no se si es la isla, el calor o la gente... no se si soy yo. A veces me siento capaz de comerme el mundo entero, y cada decisión que tomo es el mayor acierto... que van más allá de los sueños. Sólo es ese momento, lo demás no importa. Solo ese instante que te hace feliz... y lo demás, ya no importa. No quiero que termine nunca. Me he sentido así tantas veces desde que estoy aquí... Así estoy, dejándome llevar por la magia de este lugar, con una pelea constante sobre lo que está bien o está mal, sobre cuales son los límites absurdos que te impone la sociedad. Hasta que termino ahogándome en una marea de dudas.
La Habana es un sueño donde los sueños se caen a pedazos por las paredes de las casas a medio hacer, donde las calles encharcadas sostienen los pasos de aquellos que luchan por sobrevivir bajo la apariencia de que todo va bien. Pero es que todo va bien y todo va mal.
Ahora queda la despedida, la amargura de si algún día volveremos a vernos, el olor penetrante a guayaba por las calles y el sonido de los almendrones que se abren paso bajo un denso humo negro que envuelve la ciudad. Y por encima de todo la música de los trovadores, que con sus letras y su fuerza continúan con la lucha revolucionaria que envuelve este lugar. Y tengo ganas de llorar, cuando abrazo a aquellos que durante este tiempo han sido mis amigos, mis hermanos. Tan lejos... quien sabe si volveremos a vernos.
Cambian tanto las ideas cuando uno las ve desde fuera, y cuando penetra en ellas se da cuenta de que no tiene ni idea, que la complejidad es tan inmensa que no puede comprenderse si no eres de este lugar.
En mi memoria almaceno cada fotografía que mis ojos han realizado a su paso por la ciudad.
La escuela, un mundo a parte, una estación de sueños, de promesas, de intercambios y fiestas. De amigos a los que volveremos a ver, y personas que como tantas otras, pasan por nuestras vidas formando parte de instantes que ya nunca se olvidan. Así me quedo yo, con la conciencia tranquila, con la conciencia intranquila...
Ahora solo me queda esperar, donde me llevará el camino, cuales serán mis pasos, mi destino. Ya nunca olviadré este lugar, ni a aquellos que durante este tiempo compartieron mis alegrías y mis sueños...

A.Benlloch