lunes, 13 de febrero de 2012

La Marcha del agua


Hace 10 días comenzó la Gran Marcha por el agua, una caminata que llevó a cientos de campesinos a movilizarse desde sus comunidades hasta la capital del Perú.
De madrugada llegaron a las lagunas y en un abrazo comunal rogaron a la Pachamama que les diera fuerzas para el camino. En unas semanas estarían de regreso y el Perol, la laguna Azul y las veinte hermosas lagunas en riesgo por la minería les estarían esperando orgullosas de su pueblo.
La salida de Cajamarca fue muy emotiva. Miles de mujeres, hombres y niños se agolparon en sus calles reclamando a todo pulmón justicia y agua para sus vidas. Con los cántaros en alto, recipiente con el que recogen agua limpia de sus lagunas, y a sonata de clarín, se despidieron entre aplausos y gritos de ánimo.
Pasamos por la comunidad de San Juan hasta Choropampa, donde pobladores afligidos y a grito de “Conga no va!” nos recibieron con fiesta y abrazos. En sus rostros puedes sentir el dolor y el resentimiento de diez años de injusticias.
En cada pueblo que pasaron los recibieron como héroes. Música, agua y comida para los cansados caminantes.
Mientras tanto en Lima poca gente intuye lo que ocurre, solo aquellos que aman la tierra saben que deben defenderla. Los medios más bien desinforman, no hablan nada sobre la marcha y cuando la mencionan, es para desprestigiarla.
Se comentó que es una caminata de unos pocos radicales, financiada por terroristas o personas que no quieren el progreso.
Yo no vi a radicales, y mucho menos a terroristas. Solo habían seres humanos con nombres y apellidos; mujeres, hombres y niños. Campesinos, maestros, enfermeras y lecheros.
Qué es el progreso? Me pregunto. Ellos me respondieron, que progreso no es desaparecer cinco lagunas y sus bofedales para crear reservorios, progreso no es afectar veinte lagunas para desmontes y modificar cordilleras por almacenes de residuos tóxicos. Progreso no es contaminar la vida con mercurio, arsénico y cianuro. Progreso tampoco es convertir los nacimientos de los ríos en cuatro tubos de agua ácida, ni secar manantiales, canales de riego o captaciones de agua. Progreso no es terminar con la principal fuente de vida ni colmar a la población de enfermedades incurables o enfrentamientos sociales.
Progreso es diversidad ecológica, cultura agrícola desarrollada y respeto por la tierra, Progreso es no tener miedo de tomar tu agua. Progreso es saber respetar a los pueblos y tomarlos en cuenta.
Camino a Lima uno se da cuenta de cuantos lugares están siendo afectados por estas empresas. Allá donde caminas hay mineras y empresas extractivas que amenazan la tierra. Sus modos de actuar son iguales para todos, imponen y aceptas, si no te gusta, tiro en la cabeza.
Los cientos se convirtieron en miles, y tras 10 días de camino bajo el sol de los andes cajamarquinos y mas tarde del desierto costeño, llegaron a Lima, cansados pero felices, con los ánimos hasta el cielo y colmados de esperanza.
Las calles de la capital y sus principales plazas reventaron de gente, como un río de vida lleno de afluentes. Mientras la derecha bruta y corrupta de pitucos limeños aseguraban que eran pocos los que reclaman.
Conga solo es un ejemplo más de la enfermedad que sufre el Perú, la chipa para despertar conciencias dormidas y remover aquellas que ya empezaron a luchar.
La colonización fue el comienzo de una economía basada en la satisfacción de las clases dominantes, la depredación de la naturaleza y el asesinato de los pueblos y sus formas de hacer agricultura. Desde entonces, el Perú se ha visto expuesto a la colonización imperante de empresas multinacionales europeas, asiáticas y norteamericanas que arrasan con la naturaleza y las personas que viven de ella.
Ese es el tipo de desarrollo del que hablan esos criollos que se ponen la mano en el corazón cuando cantan el himno nacional, que se jactan de ser peruanos de bandera bajo la dominación cultural externa y el fervor de una economía depredadora que mantenga sus casas de Asia, San Isidro o Casuarinas impolutas a costa de la sangre y el hambre de los que carecen de importancia.
La Marcha del Agua culminó en la Plaza San Martín de Lima, bajo la mirada expectante de aquel que en 1821 declaró “independiente” al Perú de la dominación española.
El cansancio no impidió que ronderos y mamachas levantaran los brazos con el puño en alto, que en círculos bailáramos huaynos, zapateando la tierra tan fuerte hasta remover sus entrañas, recordándole a nuestra madre que estamos luchando por ella.
Nuestros amigos de Cajamarca regresaron a sus casas. Ahora empieza la verdadera batalla. Y aunque Lima no lo sepa, el pueblo peruano está más unido que nunca.


A.Benlloch