lunes, 28 de julio de 2014

Sirena de río

Buceando bajo las aguas cristalinas del río donde he crecido, sorteando los rayitos de sol que terminan perdiéndose bajo las piedras, entre las montañas verdes y amarillas de pinos, romero, tomillo y poleo. Siempre imaginé de niña que era una sirena y encontraba tesoros hundidos al fondo de la cueva negra. No podía mover las piernas porque mis pies eran las aletas del final de una cola repleta de escamas. 
Impulsándome con todo el cuerpo para salir del agua a tomar un poco más de aire, me dejo flotar en la tranquilidad del río. Con las rocas infinitas de colores sobre mi y al fondo un cielo azul clarito acariciándome la cara. Respiro profundo, estoy en mi tierra. Me abraza su aroma cálido y perfecto. 
He sido una niña afortunada, crecer aquí, como patio de juegos estas montañas a las que conozco como la palma de mi mano, escalando y llenándome de resina, haciendo de los árboles y las cuevas escondidas nuestro refugio veraniego, entre besos y promesas que alguna vez cumplíamos. Yo me tomaba muy en serio las promesas de sangre.
Aún conservo las cartas de dos amantes que encontré guardadas en aquel cajón destartalado del viejo hotel abandonado. Historias que me hacían soñar que algún día yo también tendría mi propia historia, donde me enamoraría lejos de mi casa, viajaría y tendría muchas más aventuras que las que me ofrecían estas montañas infinitas.
Nunca fui consciente de mi suerte, de la suerte que acompañó mi camino siempre, navegando el Amazonas, el río de la Plata y otros ríos infinitos de colores que me acogieron como su hija, porque nunca me sentí de ningún lugar más que de la tierra, estuviera donde estuviera.
Y después de tanto al final, una regresa a su pequeño río, y se siente sin darse cuenta tan viva. Me sumerjo de nuevo en el agua, sintiendo su caricia por todo mi cuerpo, y entonces siento que puedo respirar, mis pulmones se abren como branquias y puedo reírme bajo el agua, tomo impuso y mi cola me hace saltar hasta la acequia, desde donde se tiraban los valientes.
No tengo más miedo. Si alguna vez lo tuve, ya no se que es eso.

A.Benlloch