lunes, 16 de agosto de 2010

La escuela

Quien no recuerda su época de escuela con cariño?
Yo también la recuerdo así. Pasé en esos edificios antiguos catorce años de mi vida.
Me vienen muchos momentos a la cabeza si me pongo a recordar.
Las veces que Maria la monjita con su característico amor hacia los niños, me cambió de ropa porque terminaba haciendome la pichi en clase.
Las tardes de lluvia en el viejo cine del tercer piso, las guerras de globos de agua con el bosque como escenario de la batalla. Los baberos de rayas que terminabas atando a tu cintura o poniendote como capa. El jardinero y sus historias que compartía con nosotras mientras nos daba parte de su regaliz.
Los pavos y sus volteretas, los chopos y sus árboles milenarios, el cementerio de monjas y sus leyendas oscuras, el comedor y sus días de pizza sorpresa...
La escuela, no solo me enseñó a sumar y restar, a leer o a escribir en latín. Lo mejor de todo, fue lo que aprendí fuera de las aulas. En los recreos.
En el colegio me enamoré por primera vez hasta llorar, fumé mi primer pitillo, aprendí lo que es la verdadera amistad y los verdaderos desengaños.
Lloré, reí, soñé, me pelé las clases para ir al parque a fumar porros, y me besaron por primera vez.
En la escuela, desconfié por primera vez de mi misma gracias a una profesora, ya manjar de gusanos, que con nueve años decidió que yo no sería nada en la vida.
En la escuela eschuché por primera vez a una niña vomitando después de comer, y así empecé una largo camino de absurdos encuentros y desencuentros con waters de todas las formas y colores.
En la escuela, llegué a odiar las matemáticas porque me obligaban a resolver problemas que no comprendía cuando lo que quería era pintar.
Odié el pure de papa, después de obligarme a comerlo con una cuchara hasta mi garganta.
Odié la religión y la iglesia, porque en lugar de enseñar la historia, me obligaron a rezar cánticos idiotas.
Y odié y desconfié de los profesores cuando en lugar de valorar mi exámen puntuaban mi nombre.
La escuela, fue una parte importante en mi vida, una parte llena de contradicciones. Recuerdos de una época inolvidable que de un modo u otro, me convirtieron en lo que soy ahora.
Lo único que me llevo de todos esos años. Las amigas para toda la vida. Las que como yo y junto a mi, vivieron todas estas paradojas de la buena y mala escuela.

A.Benlloch