lunes, 13 de diciembre de 2010


Los niños de Lomas

Salgo de Lima cruzando parques y piletas guachafas de colores, casas coloniales que tímidas se ocultan entre edificios blancos y acristalados.
No sé en qué momento cambia el paisaje, las calles se tornan grises, hay más carros y vendedores ambulantes. Los edificios ya no son altos y blancos. Las casas inacabadas terminan sus tejados con fierros acariciados por el aire, esperando ser terminadas. Cerros de colores con casas despuntadas en sus bordes y mercados rebosantes de puestos de frutas y carritos de chicharrones.
En el Km.34, a mitad de la Panamericana Norte está mi parada “Ovalo Zapallal”, curiosamente no veo ningún Ovalo. Sólo un puente de hierro une los dos asentamientos.
Tomo una combi y subimos por Huarangal… pasamos el cementerio, las minas y los basurales. Llegamos a Jerusalén Alto. Camino hasta el colegio. Allí, me esperan los chicos que al verme, me reciben con besos y abrazos.
Caminamos por los cerros, bajo el sol abrasador que cae codicioso sobre nuestras cabezas, llenos de tierra y sedientos, llegamos a la cúspide. Desde allí, se ve Lomas de Caravayllo, las casitas de adobe y ladrillo, hojalata y madera, se reparten entre sus lomas.
Tras las casas están las chancherías. El olor es insoportable. Entre las jaulas improvisadas los chanchitos llenos de barro y heces te miran desconfiados. Junto a ellos, viven Tatiana y sus hermanos.
Más abajo están las recicladoras, muchas son ilegales, y en ellas, algunos de los chicos trabajan para sacar algo de de plata o ayudar a sus familias. Me cuentan que hace unas semanas murieron dos niños de la comunidad, al incendiarse una de ellas.
Sientes el aire contaminado en tus pulmones, como te carga el pecho. Ellos lo saben.
“Esta es nuestra casa señorita, jugamos con la basura y tenemos los pulmones llenos de plomo”. Me dice Génesis. Sólo tiene ocho años… yo no recuerdo con ocho años ser tan consciente de nada.
Los cerros terminan en inmensas bajadas bajo las que se entierran metros de basura. Alto Jerusalén fue un desecho sanitario… aún se encuentran en ocasiones bártulos de hospital y otras cosas que no son muy agradables de mencionar.
Si alguien muere y lo entierran en estas tierras, nunca lo encuentran.
Las minas rodean las casitas, muchos acá viven del ladrillo. Entre ellos los niños.
Lomas de Caravayllo es un desierto, desierto poblado por personas que vinieron en busca de futuro. Muchos, son de provincia. Como una parada provisional, que con los años, se ha convertido en su hogar.
Los chicos, tienen un gran problema de identidad. Nunca serán de donde nacieron sus papas, tampoco serán nunca limeños. Ya se encargará la ciudad de dejar de lado a estos chicos “provincianos”.
Sólo en Lima, hay oportunidad de progresar. Cada día deben viajar dos horas hasta la ciudad. Entre el tráfico, el humo y los cláxones. Llegan cansados a su trabajo.
El Estado se encarga de su instrucción, no se preocupen que ahí está Alan y todos los chanchos que como él, abogan por la educación de los niños del Perú. No sea que aprendan demasiado y les de por armar una revuelta nacional. O quitarles los puestos de trabajo a los pitucos de san Isidro o Miraflores.
De verdad, nunca vi niños con tanto talento. Sus ganas de aprender y superarse son infinitas. Y el amor que regalan es gratuito. Sólo piden a cambio, que vayas cada fin de semana.
Regreso y en el camino, observo cómo cambia el paisaje. Llegamos a Lima, suben unos chicos con su skate y sus zapatillas de 300 soles. “Que mal repartido está el mundo” pienso.
Me acuerdo entonces de sus caras y sus inmensas sonrisas, me doy cuenta de que los niños de Lomas, no piden nada. Son felices con lo que tienen, siendo conscientes de lo que son. Orgullosos gritan al mundo que son personitas llenas de sueños y con tantas ganas de luchar que abruma.
Deseosa, espero que llegue cada fin de semana, pese al camino pesado y agotador hasta sus casas.

A.Benlloch

viernes, 3 de diciembre de 2010

Hermosa Olga

Olga es chiquita, pero muy fuerte. Tiene 50 años, y no deja demoverse por la casa. Le encanta reírse. Me cuenta que en la tierra donde nació, Ancash, al llegar la tarde del suelo salen en dirección al cielo estelas de color plateado y dorado. Depende de si lo que hay en la loma es plata u oro.
Ella dice que su mamá le contaba; cuando era niña cogían el oro del suelo, lo atrapaban con acero. Era parte de la tierra y la tierra les hacía regalos hermosos amarillos y brillantes.
“Mi tierra todita está llena de oro” Me dice, “mi mamá, sabía muchas historias del oro, pero ya no cuenta nada”.
Ancash es un plato suculento para las mineras deseosas de sangre. Mientras ellas se enriquecen con lo que pertenece a este pueblo, Olguita, sus hermanos y su mamá, deben abandonar sus hogares.
Me cuenta de su vida, y como el idioma y el color de la piel los marginaron entre su propia familia.
“Yo no tengo la culpa de haber nacido morenita, así era el color de mi mamá”.
No entiendo por qué alguien debe sentirse culpable por tener la piel de determinado color o hablar diferente idioma. No puedo evitar sentir rabia por todo el daño que hicieron mis antepasados y que dejamos aún latente en su pueblo.
Acá en Lima, todos son más bien paliditos. Yo también lo soy. Piel clara y cabello rubio. Soy una limeña más que se mueve por la ciudad sin problemas.
Yo recuerdo desde que tengo memoria, en España, la gente se vuelve loca quemándose la piel, tostandose bajo el sol en la playa o las piscinas o acudiendo todo el año a camas solares para quedarse anaranjadas. Es más “cool” si estás morena. Pero sin embargo, tanto allí como acá, ser morena porque la naturaleza así lo quiso, es signo de inferioridad.
No entiendo nada.
Al final comprendo, lo artificial es lo que único que vale.
Ser morena falsificada, ser rubia teñida, hablar castellano y no un “dialecto olvidado”, tener las tetas en silicona o andar en tacos de veinte centímetros para disimular la pequeña estatura.
Yo creo que Olga es hermosa. Por dentro y por fuera. De niña también tuvo que serlo, pero nadie supo verlo.
Acá en la gran ciudad, y en las grandes ciudades del mundo, los paliditos y aquellos que quieren serlo, se visten con el oro que roban de la tierras de Olga, y de otras muchas tierras de muchas Olgas.
Además de falsos, somos ladrones. Eso es lo único que interpreto.

A.Benlloch

viernes, 26 de noviembre de 2010


En otra vida fui marinero

Hoy descubrí que en otra vida fui un marino. Pasaba mis días sobre un bote de madera, surcando mares y océanos de todo el planeta.
No sé si me especialicé en la piratería, si fui un corsario asesino o un soldado de la corona.
Me gusta creer que sólo fui un aventurero en busca de fortuna.
En mi carta salió un estrella, la estrella que guía a los marinos. Y bajo ella decía -Viajando-.
"Estás condenada al viaje" me dice.
Mi corazón se agita y reclama libertad a cada instante, como un alma errante que examina el mundo, siempre inquieta, buscando.
Quizá por eso mi necesidad de mar, sentir su brisa y su olor a sal llenando mis pulmones. Quizá por eso nunca me mareé sobre un barco, porque mi espíritu ya estaba acostumbrado.
Fuí varón, también me salió en la carta. No me imagino barrigón, peludo y maloliente. Sé que fui un soñador, rapaz con ojo avizor, soliario, tenaz y obstinado.
En mis cartas salió un princesa, y un rey bastante enfadado.
Según parece, me enamoré perdidamente de su belleza, pusieron precio a mi cabeza.
Pasé la vida huyendo.
Fui un prófugo de la justicia, por eso ahora no puedo estar quieta. Dice que mi alma es fugitiva y así se explica mi apuro en la vida.
Fui un marinero que conoció el mundo entero, mi vida pasó entre navíos, mareas y puertos.
Mi piel se curtió por el sol, y mis manos eran ásperas y fuertes.
Luché en batallas justas, viví con los pigmeos en la selva y conocí a grandes personajes de la historia. Mi vida entera fue una aventura.
Ahora ya se de donde vengo, o al menos, es lindo creer que fui como los protegonistas, de mis novelas favoritas.
Ese fui yo. Marinero, soñador y aventurero.

A.Benlloch

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Miedo

Siempre pequé de ser excesivamente confiada, o al menos, es lo que me han repetido desde que tengo memoria. “No hables con extraños, mira bien con quien te mueves, no te fíes de nadie”.
De adolescente, infringí todas las leyes de los padres: Me subí a coches de extraños, hablé siempre con todo el mundo, fuí a lugares desconocidos donde me quedé con gente desconocida y por qué no, acepté caramelos de cualquier persona amable que se me acercara.
No digo que lo que hice estuvo bien, pero tuve la suerte de que nunca me pasó nada y quizá eso, me llevo a convertirme en excesivamente confiada. Aunque confiada o ingenua, siempre tuve mis límitaciones.
Cuando llegué a Lima me hablaron de la violencia y del peligro. Entre otras cosas, el peligro de subir a un taxi. Acá, a diferencia de otros países, cualquier persona puede manejar un taxi. Es más, las “licencias” las encuentras por 20 soles en el centro. Así que de un modo u otro te pasas el tiempo infringiendo la ley de cuando eras niño “nunca te subas con extraños”.
Todos los días quieras o no, te subes a un taxi exponiendo tu vida. No hay nada ni nadie, que te asegure que llegarás sana y salva a tu destino. Aún así, malas personas hay en todos los lugares del mundo, y uno, lógicamente, nunca piensa, que nos vaya a tocar a nosotros.
Nunca hasta ahora había vivido una situación de violencia en mi propio cuerpo. Ahora, se lo que sienten muchos cuando hablan del miedo. No hay peor sentimiento. Pero aún es peor, acostumbrarse a ello. En Lima, es normal tener miedo, si no lo tienes, estas muerto.
A mi no me gusta vivir con miedo, ¿a quién si? Yo nunca lo tuve, hasta ahora. Después de que un taxi nos raptara para que dos asaltantes compiches que le estaban esperando nos golpearan armados y de la forma más violenta posible nos robaran y nos dejaran psicologicamente hechos una mierda, ahora, si se lo que es tener miedo de verdad.
Otras veces sentí miedo: miedo a la oscuridad, miedo por una película, miedo a lo desconocido, miedo a una noticia triste, miedo a la pérdida de algo o alguien amado, miedo incluso a la verdad… pero este miedo, el miedo que genera la violencia, que genera la incomprensión, el miedo donde violan tu derecho a la vida misma. Ese, es un miedo inexplicable.
Yo no puedo sacar de mi mente la mirada de aquel tío que armado con un punzón se abalanzó sobre mí. Casi no puedo recordar su rostro, ni lo que llevaba puesto… solo tengo su mirada, acercándose desde fuera y abriendo la puerta del carro, como en una película vieja que se repite una y otra vez por mi memoria, sin dejar de atormentarme. Cuando ves una mirada así, te das cuenta de lo poco que vales para esa persona.
No es justo caminar por las calles y agachar la cabeza intentado pasar desapercibida, no es justo que como mujer, tenga que taparme porque ir sin chaqueta me expone a miradas desagradables, no es justo que a cierta hora no pueda ir por la calle porque soy carnada fácil de asaltantes o violadores. Tampoco que no pueda hablar ciertas verdades porque mis palabras puedan molestar a otros y exponerme, y no es justo que ahora, cada vez que miro a un taxista desde fuera, dude de su confianza como ser humano, piense lo peor de él o tenga terror de subirme a su carro.
Conocí a personas que apendieron a vivir escuchando tiros bajo su casa, sabiendo que una bala perdida o unas zapatillas llamativas podían quitarle la vida. Conocí a mujeres que aprendieron a vivir con el recuerdo de unas manos sucias tocando su entrepierna o tapando su boca mientras el mundo se derrumbaba con ellas. Conocí a personas que tuvieron que aprender a soportar las amenazas de aquellos que quieren quitarles sus tierras. He visto el terror en todas sus caras. Pero viven con ello y se adaptan.
Yo no quiero vivir así, con miedo. Nací en entre naranjas, petardos y tardes en la plaza.
La realidad también es otra, además de los abrazos y el cariño, también el mundo es un lugar jodido. Pese a todo, no quiero perder eso que siempre fue parte de mi, la ingenuidad de un mundo bueno y hermoso, habitado por gente llena de amor, pero sobre todo, no quiero aprender a vivir con miedo.

A.Benlloch

lunes, 15 de noviembre de 2010


Los reyes magos no existen

No me gusta la navidad. Es más, la detesto. Me saca de quicio empezar a escuchar los dichosos villancicos dos meses antes de que empiece toda la parafernalia. Los centros comerciales rebosantes de muñecos de papa Noel bailando con caras desquiciadas que me causan pesadillas, árboles con lucecitas que no dejan de repetir las mimas canciones una y otra vez. Bombardeos constantes de comerciales en televisión con juguetes cada vez más sofisticados (y mas caros). La gente como loca gastando dinero en cosas absurdas que regalar, y que luego quedan olvidadas en el armario.
Pero lo peor es, que resistirse a todo esto conlleva sentirte mal por ser la única en la familia que no ha comprado regalos para todos. Por mucho que defiendas tu posición, terminas quedando como una tacaña.
Lo que está claro, es que la navidad esta hecha para los niños… ignorantes y rebosantes de felicidad por toda la magia que desprende esta época del año, cuando eres niño, te importa un pito que naciera Jesús en esos días. Y quien chucha era Jesús para nosotros?
Yo recuerdo las navidades de mi infancia como los momentos mas mágicos del año, unos días que esperabas ansiosa durante 11 largos meses. Caminar por las calles iluminadas con luces de colores, cantar villancicos por las casas, los fiestones familiares el día de nochebuena con bailes y sorpresas, las ferias navideñas, los mercados, los disfraces, las comilonas, las matasuegras de año nuevo, el olor de las castañas asadas… pero lo mejor, sin duda, la noche de reyes.
Durante todo el año preparabas tu carta a los reyes magos, pocas veces tachando algo, pero siempre añadiendo mas cosas a medida que se acercaba el gran día.
Detrás tuyo los comentarios de los mayores siempre advirtiendo “si no te portas bien no te traerán nada los reyes más que carbón”. Uno no se da cuenta de cuan traumático puede ser para un niño pensar que hay unos seres que siempre te están vigilando y que siguen todos tus pasos.
Pese a todo, los reyes magos eran los seres mas mágicos y sobrenaturales que existían sobre la faz de la tierra. Tres extraños seres inmortales, que en una noche podían viajar por todo el globo terrestre entrando una por una a todas las casas, sin ser nunca vistos y dejar regalos que sacaban de una bolsa interminable.
Aunque ser niño e ignorante, no significaba ser imbécil. Cuando les preguntaba a lo mayores porque si los reyes eran tan mágicos y llevaban regalos para todos, habían tantos niños en el mundo que no tenían juguetes. No recuerdo una sola respuesta coherente a mis cuestionamientos.
La emoción de esos días y la espera incesante de la noche más mágica de todos los niños me hacía olvidar cualquier pregunta o duda que surgiera al respecto.
Nunca creí que esos reyes disfrazados en la plaza del pueblo sobre los que te sentabas, fueran los verdaderos magos. A leguas distinguías la barba postiza y el carbón de la cara de un blanco que fingía ser Baltasar, por cierto, mi rey favorito.
La noche del día 5 los nervios no me dejaban dormir, me metía en la cama junto a mi hermano y ansiosos, esperábamos que llegara la mañana del 6 para ver la sala colmada en regalos.
Los zapatos bajo el árbol, nunca supe para qué, un cuenco con agua para los camellos, galletas y leche para que los cansados y exhaustos reyes recuperaran fuerzas.
Al final el sueño me vencía por mucho que quisiera ser partícipe de su llegada.
Recuerdo las mañanas temprano, mi hermano y yo nos despertábamos de un salto y corríamos por el pasillo hasta donde se encontraban todas nuestras esperanzas. Un montón de regalos de todos los tamaños, con nuestros nombres dibujados “para Alba de Baltasar” en unas letras alargadas como las de un rey verdadero.
“Ya vinieron los reyes!” Gritábamos. Y ahí empezaba la mejor tarea de todas, romper a tirones el papel y empezar a vislumbrar las primeras letras de la caja donde aguardaba tu ansiado regalo.
Fueron buenas épocas aquellas… la navidad era maravillosa.
A los 8 años, mi vida dio un giro inesperado. Toda la magia, la inocencia que me había acompañado por años se vio de pronto pisoteada por el comentario desafortunada de una niña malcriada y sin corazón.
“Los reyes magos no existen, son nuestros padres los que dejan los regalos” aún recuerdo perfectamente el lugar donde me hizo partícipe de esa confesión tan terrible. No podía creerlo, discutí con ella con lágrimas de rabia en mis ojos justificando sus explicaciones en que ellos eran mágicos y con la magia todo se puede.
Pero los niños son demasiado inteligentes, me gusta pensar que en aquel entonces yo también lo era. Sentada sobre mi pelota de baloncesto, mi hermano, que para entonces ya hacía tiempo había pasado por esta traumática etapa, y mi madre, se encontraban en mi habitación. Tras dudarlo y pensarlo con detenimiento, me hice el ánimo y terminé preguntándole “mamá, es cierto que los reyes magos son los padres?” recuerdo como quedaron de pronto en silencio, mirándose entre ellos y balbuceando. Su primera reacción fue negarme lo evidente, pero ya poco podía hacer para devolverme la maravillosa ignorancia que me había colmado de felicidad todos estos años.
“Bueno, algún día debías enterarte, así es, los reyes magos no existen cariño, somos los papas”.
En ese momento sentí que una parte de mi infancia quedaba atrás y se alejaba de mi de la forma más dolorosa posible. Toda mi vida había sido un fraude. Los reyes magos, el ratoncito Pérez, David el gnomo… todos eran parte de una confabulación inexistente de la que ya nunca más iba a formar parte.
Darme cuenta de que ya no iba a ser inocente nunca más me rompió el corazón. Se que mis padres estaban felices al saber que ya no tendrían excusa para decir “no hijita ese regalo no que es muy caro y los papas no lo podemos pagar” claro, como ya no eran reyes, y mucho menos mágicos, terminaban por regalarte una imitación barata de lo que habías escrito en tu carta, ahora limitada a tres regalos por año.
Enterarme de esa verdad fue realmente desolador. Ya nunca más volví a ver la navidad tan mágica y misteriosa.
Con los años fue peor. Las tiendas, el dinero, la publicidad… lo más doloroso, era ver como el mercado se aprovechaba de los sueños y la ilusión de estos niños para exprimir económicamente a los padres.
Ahora se todo el esfuerzo que durante todo ese tiempo, tuvieron que hacer mis padres pidiendo prestamos para contribuir en la felicidad de unos niños que por años, creyeron ciegamente en el poder de la magia, la fantasía y la ilusión de una idea.
Sí, de hecho no me gusta la navidad, pero me encanta ver a esos enanos felices esperando ansiosos la noche con la que tanto han soñado.

A.Benlloch

miércoles, 27 de octubre de 2010

Manolo

No se cuantos años hace que murió mi abuelo.
Solo recuerdo que hacía calor. El teléfono de mi casa sonó y yo me eché llorando sobre mi cama. Era de madrugada.
Esa sería la primera vez que asistiría a un entierro.
Todo el mundo lloraba desconsolado, mientras observabamos como desaparecía el ataúd dentro de aquel agujero en la pared, con los restos del que había sido mi abuelo dentro.
Creo que yo lloraba al ver a los demás llorando. Es una reacción inevitable del ser humano... la tristeza de los demás, también era mi tristeza.
Alguna vez pienso en él, y me acuerdo de algunas cosas. Su despacho, situado en una pequeña habitación al fondo del pasillo de la casa, era mi atracción favorita cuando él no se encontraba.
Me gustaba abrir sus cajones, utilizar sus lápices y malgastar sus papeles dibujando garabatos o escribiendo arrítmicas poesías. Inexplicablemente, cuando murió, perdí el interés en todos esos bártulos que tanto me atraían.
A veces me llamaba para que llenara de agua su botella blanca de plástico con una extraña tapa que nunca llegó a funcionar. O discutíamos durante la comida por mis ideas “rojas” y revolucionarias, me llamaba “La Pasionaria”.
Lo recuerdo como una sombra bajo el umbral de la puerta velando como perro guardián los inquietos sueños de mi hermano y míos.
Los domingos, salíamos a pasear por algún lugar. Una de sus preferencias era el cementerio. Imagino que entre tanto silencio lograba olvidarse del mundo por un tiempo.
Se sentaba en la banca de la entrada con sus ducados en el bolsillo de la camisa y un librito de crucigramas en la mano. Prendía el primer pucho de una larga lista de cigarrillos, mientras mi hermano y yo salíamos en busca de lápidas excéntricas, fotos y nombres que resultaran conocidos.
Caminábamos por los espigados pasillos repletos de nichos, leyendo las palabras de despedida escritas por los familiares y contando los años de sus muertes a través de las fechas.
A esa edad, aún no me preocuba demasiado por el significado de la muerte, lo verdaderamente positivo que saqué de mis aventuras de ultratumba, fue que cuando llegara mi hora, prefería arder entre llamas como pecadora, que comida por gusanos nacidos de mi propia carne putrefacta.
Tras su muerte, nunca regresé a ese cementerio.
No podría decir como era en realidad el carácter de mi abuelo. Creo que nunca lo llegué a conocer de verdad. Tenía su modo de expresar su amor hacia mi y mi hermano.
Siempre asistió a todos mis recitales de danza, enmarcaba mis dibujos y me dejaba su vieja máquina de escribir con la compuse mis primeros ensayos.
Se que estaba orgulloso de mí, pese a nuestras peleas y discrepancias.

Yo recuerdo mi infancia como la más perfecta y maravillosa que podría haber tenido una niña. Pero los rostros de mis padres en las fotos de esa época me cuentan lo contrario.
La empresa familiar, tras muchos años de esfuerzo, se vio abocada al cierre. En 1989, año en que acabó la actividad, la empresa tenía cerca de un centenar de empleados. Fueron años muy duros. La decisión de cerrar, fue uno de los momentos más amargos en la vida de mi padre.
Nadie planificó llevar la empresa a la quiebra, la situación económica junto a las malas decisiones la llevaron a su clausura.
Quizá el error más grande que cometió mi abuelo, fue ser extremadamente generoso, hasta el punto de ser engañado por gente que quería.
Yo nunca tuve ocasión de preguntarle como vivió él aquella situación. Hablo más bien desde la ignorancia, pues hasta ahora, nunca fui capaz de preguntarle a mi padre, como fueron esos años y que es lo que realmente pasó.
Yo nunca le guardé rencor por sus herrores. Se que mi abuelo se equivocó de muchos modos, pero el verdadero amor está en saber perdonar.
Yo también me equivoqué con él. Pienso que otro modo de decir que nos quería, era dándonos dinero cada vez que íbamos a visitarle. Esta peculiar demostración de afecto se convirtió en una costumbre para nosotros y el regalo voluntario pasó a ser una exigencia por nuestra parte.
Ir a ver a mi abuelo, significaba sacar dinero.
Me gustaría decirle que lo siento, y que le quiero. Creo que nunca se lo demostré como debía. Aunque debo admitir que mis abrazos siempre fueron sinceros.
Cómo el tiempo y la distancia apaciguan los dolores. Uno aprende a vivir con la falta de un ser amado. Yo, me acostumbre a vivir sin mi abuelo.
Que extraño pensar en alguien que ya no está en tu vida, y hacia el que tienes sentimientos encontrados.
No sabría decir si echo en falta su presencia... hace ya tanto tiempo, que el corazón se acostumbra a vivir con ello.
Si tuviese otra oportunidad de verlo, me acercaría a él de otro modo, no se, le preguntaría más sobre su vida, sobre quién es él y si esperaba ser lo que es ahora. Le abrazaría más sin esperar nada a cambio. Y volvería a meterme en su despacho toqueteando de nuevo todos aquellos cachibaches que con tanto esmero cuidaba.
Recuerdo la primera vez que le ingresaron, le escribí una poesía para animarlo. Caminaba con una prótesis en la pierna. Yo nunca había visto algo parecido. A veces se la quitaba para estar en casa, y yo me quedaba mirando curiosa ese extraño muñón al que pronto se acostumbraron mis ojos.
No se que pensaría mi abuelo ahora. Me gustaría que la vida me hubiese dado algo más de tiempo a su lado. Puede que no estuvierámos de acuerdo en muchas cosas, pero, si hago memoria, estoy segura de que fue la persona que más me animó para seguir haciendo lo que me gusta; escribir.
Mi abuela solía cocinar paella cuando íbamos los domingos a comer a su casa. El siempre me preguntaba cuál era más rica, esa o la de mi padre. Mi respuesta siempre era la misma “la de mi padre”. Ya se que es lo primero que le diría si lo viera de nuevo: “yayo, la paella de mi papá sigue siendo la más rica, pero las habitas de la yaya, son inigualables”.
Se que fue un hombre complicado, y con un fuerte carácter. Pero a su modo, siempre amó a su familia y los mantuvo a su lado.
Por encima de todo, era mi abuelo, y con sus virtudes y defectos así lo quiero.

A.Benlloch

lunes, 25 de octubre de 2010


(A mi papá)

Como un gato solitario, emancipado
te recuerdo en la vieja salita llena de discos, el jazz de fondo sonando…
invadiendo el espacio en melodias transgresoras galopando a ritmo del corazón.
Tus dedos moviéndose camuflados sobre el destartalado sillón color teja. Ese era tu rincón.
Te veo en la vieja foto que tanto me gusta, junto a una guitarra matrona de utopías que se escapan.
En tus ojos presencio la noche vacía, por sus calles oscuras y húmedas caminan acordes a ritmo de blues en la madrugada.
Hombre de honor, miembro inaudito de la Cosa Nostra. Perro Viejo al que que no engañan.
Soldado de guerras que hicieron historia entre Anibal y Publio Cornelio Escipión (El Escorpión).
Caminas de noche, entras al bar pero no ves muchas caras.
Que pensarás?
Portador de sueños a sus espaldas. Te recuerdo de noche sentado sobre mi cama, hablando de todo, de nada. Complices de manías, de gestos y miradas.
Chamán y curandero, con tus ícaros cerrabas mis parpados consiguiendo que pesaran hasta el más profundo sueño.
Romántico idealista, que no se ha descubierto.
Silencioso y pragmático fiel amigo y bondadoso.
Genial ingenio y talentoso.
Genio grotesco si ha de serlo, codero con piel de lobo.
Gato soltario caminando en la noche, libre, radiante, solo.

A.Benlloch

lunes, 18 de octubre de 2010


Bambamarca

De camino a Bambamarca pasamos por las minas. El paisaje va haciendose cada vez más áspero y los cerros se tornan ocres y rojos. En la combi, todos quedamos callados, observando silenciosos el vasto paisaje que se abre frente a nosotros, doloroso y amargo, como la falta de vida en la tierra desierta que han dejado las máquinas en busca del ansiado oro.
Hacemos una breve parada en Hualgayoc, un pueblo con una larga tradición minera. Dominante, un arco de bienvenida sostiene a sus lados las esculturas de dos mineros trabajando. Uno no llega a comprender del todo la extraña relación de amor que tienen estos pueblos con la minería.
Bajo sus suelos, descansa el oro más cotizado. Los monstruos quieren levantar sus tierras sacando de allí a sus pobladores. Arrebatándoles de sus hogares les mienten con una nueva ubicación con mayores oportunidades.
La gente, en su pleno derecho, no quiere moverse de sus viviendas. Ahí está su tierra, el lugar donde nacieron y donde han crecido sus hijos.
Como castigo por sus caprichos, la empresa minera sabotea al pueblo dejándoles sin agua y los mantiene sin energía. Con un grupo electrógeno prestado se apañan y cada mañana, ciudades como Bambamarca les mandan barreños de agua.
Llegamos de noche, el pueblo está lleno de vida. En la plaza la banda local ensaya sus canciones. Pronto empezarán las fiestas y pasacalles.
Una gran pileta sin agua se levanta ostentosa en su centro, y en los jardines, los arbustos forman figuras que nadie comprende.
Nos encontramos con muchos jóvenes campesinos que vienen de otras comunidades. Viven en la escuela tres días para poder ayudar en sus casas el resto de la semana.
La escuela es también su hogar. Allí aprenden a trabajar todos en comunidad, mientras unos labran la chacra, el resto limpia y alimenta los animales. Almuerzan todos juntos con los alimentos que ellos mismos recogen.
No solo aprenden matemáticas o historia, aprenden de la amistad y el respeto. Se ayudan y cuidan entre ellos. Se les enseña a escribir bien pero también un oficio que trabajan con sus manos. Por primera vez, vemos una educación que se adapta a las necesidades de su pueblo.
Aprendemos el arte de hacer sombreros. Vilma nos abre las puertas de su casa, todos en su familia trenzan, de generación en generación se transmiten los conocimientos de un trabajo que va más allá de las tradiciones.
Al principio nos confiesa que ya no quiere seguir los pasos de su familia. Cuando era niña le gustaba mucho trenzar, ahora, prefiere seguir estudiando sin tener que hacer más sombreros.
El documental es un proceso de busqueda en ella, el último día nos confiesa que ya no piensa igual. Sabe que estudiar no está desligado a trenzar. Ama la labor de su familia y lo que este complejo y hermoso arte representa para ella.
Nos cuentan que hay minas abandonadas en las cuencas de los ríos que se sigen contaminando con los residuos que desprenden estos pasivos ambientales. Ya no hay pescado del que alimentarse ni vida alguna en sus aguas. El río Llaucano tiene un color violeta, más abajo, se juntan los dos ríos que llegan hasta Bambamarca.
No salimos de nuestro asombro al ver los colores ficticios de estas aguas que abastecen a las comunidades. Los campesinos ya no saben como luchar.
“Hoy parece que está limpita el agua, aprovechamos ahorita para tomarla” me dicen, yo miro incrédula su color naranja.
No podemos evitar sentirnos extraños bajo el agua cada vez que nos bañamos. Como algo tan puro, puede causarnos tanto temor?
Mientras vemos como el pueblo sufre las consecuencias, las empresas de la Gran Minería siguen impunes en su política de arrasar las cabeceras de cuenca, los pueblos y sus riquezas.
Tras una intensa semana de intercambios y aprendizajes, se despiden de nosotros con canciones. Abrazamos a nuestros amigos, con la esperanza de encontrarnos de nuevo. Junto a ellos, dejamos todas nuestras energías y apoyo, en esta lucha llena de necesidad y búsqueda de justicia.

A.Benlloch

domingo, 17 de octubre de 2010


Un año

Hace un año, me subí a un autobús colmada en lágrimas dejando atrás una historia que hacía tiempo había terminado. Con el corazón en la mano y llena de dudas salí de la estación de Retiro en Buenos Aires y crucé el desierto de Atacama rumbo a Lima.
Unos meses atrás, nunca hubiera imaginado el giro que iba a dar mi vida.
Todo empezó aquella noche, cuando por cosas del destino, terminé en esa fiesta en la que no conocía a nadie.
Por algún motivo que mi estado de embriaguez entonces no me permite recordar, comenzamos a hablar.
Dos desconocidos, que de pronto se encuentran y tienen más cosas en común de lo que podrían imaginar.
Todo pasó en las escaleras, a escondidas, nuestras manos se rozaron y el universo explotó en millones de átomos girando a nuestro alrededor. Como un colapso gravitacional, me volví más pequeña hasta quedar suspendida en el aire y allí, me besó.
Lo supe desde ese mismo instante, lo supe toda la noche en que hablamos sin parar de nuestras inquietudes y sueños. Todo eso del amor verdadero y las almas gemelas son huevadas, puede ser, pero esa noche yo sentí por primera vez en mi vida, que había encontrado al protagonista de todas mis historias y novelas.
Confusa y afligida me fui sin saber su nombre. Era absurdo que en ese momento fuera capaz de conformarme y que para calmar mi pena me repitiera a mi misma “en otra vida”.
Menos mal que existe la tecnología. Así consiguió encontrarme, entre todas las redes sociales de todas las Albas del mundo, dió con mi facebook. Sin duda, era nuestro destino encontrarnos de nuevo.
No se que locura me llevó a comprar un billete de bus a Perú. Estaba dispuesta a resolver mis dudas y a enfretar mis temores. No fue fácil dejar todo lo que había formado parte de mi esos últimos años.
Siguiendo los pasos del sueño que tuve cuando llegué a Argentina, me embarqué en busca de respuestas.
Hace un año que llegué a Perú, y miento si digo que no ha sido un buen año. Soy tan feliz que a veces aún creo flotar como aquella noche en las escaleras. No solo encontré el amor, también a mi misma.
Lo mejor, es que esto no termina aquí, si no que es el comienzo de una historia a la que aún le quedan muchas páginas por escribir.
Subir a ese autobús, ha sido sin duda, una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Te amo.

A.Benlloch

sábado, 9 de octubre de 2010

El meu iaio

El 11 de septiembre hizo tres años que murió mi abuelo.
No he vuelto a su tumba desde el día que le enterramos... no se como sentirme ante eso...
Ver una lápida en cuyo interior se amontonan unos huesos putrefactos.... eso, no es mi abuelo, ni lo que queda de él.
Pienso en él a menudo... pienso en todas aquellas cosas que nunca le dije o le pregunté.
Pienso entonces en cuantas cosas se me quedarán por decir el día que muera alguien a quien quiero... El tiempo nunca es suficiente para nadie.... ni siquiera para el silencio.
Han pasado ya tres años.... ya no se ni cuanto es eso... mi vida ha cambiado tanto desde entonces que siento que en lugar de tres años es una eternidad.
Nunca supe en verdad que pensaba mi abuelo, que pensaría ahora de mi....no lo se.
El día que supe cuanto me quería, fue cuando discutí con él, ya no recuerdo el motivo, y estuve unas semanas sin hablarle. El día que aparecí por su casa y me vió entrar por la puerta, rompió a llorar como un niño y me preguntó porque no había ido antes a verle. Me odié tanto a mi misma y a mi orgullo en ese instante...
A veces creo que el estar lejos me ayuda a pensar que sigue vivo... pintando en el taller o paseando por la huerta, quien sabe.
Me pongo a hacer memoria, mi infancia... voy creciendo y a medida que pasa el tiempo los recuerdos se hacen más y más pequeños... no es justo, deberíamos poder acordarnos de todo. De todo lo bueno.
Yo no puedo olvidar el día de su muerte.
Como puedes extrañar tanto a alguien pese al tiempo que hace que se fue?
Si lo tuviera frente a mi, solo unos minutos, otra vez.... le preguntaría que es lo que más echa de menos.
Lo recuerdo postrado en su cama, amarillo, vacío, sin vida. Ese ya no era mi abuelo.
Creo que su alma salpicó el aire en colores, formando abanicos, y se despidió de nosotros volando sobre nuestras cabezas, sonríendo, feliz de vernos a todos juntos, mientras llorabamos su partida.
Lo escucho diciendo “xiquets no ploreu, vaig a estar bé, amb m´ha mare y mon pare”.
A veces me gusta cerrar los ojos y pensar en como era su voz, su olor. Siempre que huelo a tomillo inevitablemente me viene su imágen. Me río sola recordándolo discutiendo con mi abuela, o haciendo alguna de sus bromas.
Siempre que pienso en él, en mi memoria yo también soy pequeña, él es alto y grande, camina rápido con sus piernas flacas y largas. Dando pequeños saltitos como un gato, igual que mi mamá y mis tías.
Que extraña relación la que tengo con mi ciudad. Allí está lo que más quiero, lo que yo fuí y parte de lo que soy ahora. Allí está mi abuelo... sus recuerdos.
Me acostumbré tanto a extrañar todo eso que ya no se tenerlo de otro modo.
El nunca estuvo en Perú, se que le habría gustado conocer su cultura, ver las ruinas, las ciudades y caminar sus sierras. Yo lo siento andar junto a mi en todos mis viajes, veo su luz clara, su energía en todo lo bueno que hago. Aquello que es bueno para mi.
También le daría un abrazo si lo tuviera de nuevo frente a mí, uno por todos aquellos que no le dí cuando estuve cerca, y para recordar los que si nos dimos.
Ay abuelito, cuanto nos haces falta a todos, que buenos serían tus consejos de nuevo.
Nunca fueron suficientes las veces que te dije “te quiero”, a veces son palabras que parecen estar de más. Tu lo sabías, yo lo sabía, que más da.
Si pudiera ahora, cuantas veces las diría.
Te quiero iaio, esta es mi manera de expresar cuanto te extraño.

A.Benlloch

sábado, 2 de octubre de 2010


Luchadora San Marcos

En San Marcos nos topamos con gente irrepetible.
José es un dirigente campesino que vive en Campo Alegre. Lleva toda su vida liderando una lucha más que justa. Las mineras se empeñan en explotar su tierra.
Primero fue Mishki Mayo, también Yanacocha y otros monstruos que ansían el oro que albergan sus tierras.
Para José y los habitantes del Valle, la riqueza no reside en ese mineral amarillo por el que otros países matan. Si no en sus flores, sus árboles y sus cosechas. La fertilidad de sus suelos y la gente que habita en ellas. Sus aguas cristalinas ahora contaminadas por las mineras y los animales de los que se alimentan.
Siempre vivieron de la tierra, en armonía con ella. Entonces llegaron estos señores con sus mentiras y amenazas prometiéndoles un desarrollo disfrazado de disparates. Plata y progreso a cambio de la salud y el asesinato de sus suelos.
El lugar donde uno nace, debería ser el lugar donde uno muere. Les obligan a abandonar sus hogares. ¿Quiénes son ellos que vienen de fuera y les dicen donde pueden o no vivir, o como deben o no hacerlo?
Es incomprensible tanta injusticia e impunidad ante tantas barbaridades. Pero para José y todos aquellos que viven esta lucha día tras día ya es parte de sus vidas. Nos habla directamente a los ojos, la firmeza y serenidad que desprende es sobrecogedora. Cuando lo escuchas hablar, comprendes porqué lo escogieron como su líder.
En esta lucha hay cientos de personas involucradas. El padre Lázaro y las hermanas Victoria y Camila también dieron su vida por aquellos que menos voz tienen.
No podemos creer como después de tantos años luchando siguen sin agotar sus energías. Despliegan una fuerza tan mesurada que asusta.
Pese a las dificultades y desencantos siempre lucen una sonrisa en sus rostros. Inagotables, incansables. Victorinha, tan chiquita y tan grande.
Los jóvenes también sufren estas injusticias y quieren que su futuro no se vea impuesto por otros. Hablan con rencor hacia la mina, pero sin dejar que estos odios justificados, ennegrezcan sus puntos de vista.
Acá la gente es sabia, saben como han de trabajar y enfrentarse a los monstruos sin darles motivos para engrandecer su hambre, si no acallándolos poco a poco. La lucha es lenta, agotadora, pero da sus frutos.
En San Marcos, como en todo Perú están en campaña electoral. Las pintas y carteles con frases prometedoras y absurdas empantanan todas sus calles, como un circo de payasos, estos políticos se alzan grandiosos con brazos y manos en alto, como si de dioses se tratase. De fondo, se escuchan una y otra vez sus intenciones a través de un megáfono malogrado. Como la banda sonora del pueblo que te acompaña durante el día.
Algunos candidatos hacen campaña a través de la compra. Van hasta los lugares más pobres acompañados de un séquito de vampiros sedientos regalando polos y gorras. Dando cerveza a los aldeanos y entregando porciones de comida con sus dedos manchados. Los mantienen contentos con regalitos, y callados a través del chantaje.
San Marcos no es muy grande, los más jóvenes terminan por emigrar buscando fuera nuevas oportunidades. El pueblo se queda lleno de ancianos con historias tristes, donde la soledad y el abandono envuelve sus rutinarias vidas. Se juntan día tras día en un comedor donde una joven profesora les prepara el almuerzo con un amor que asombra. Ella también es una luchadora. Dejó de lado su carrera por una misia propina cuidando a estos viejos olvidados en un mundo donde ya no hay lugar para ellos.
Nos vamos de San Marcos con el espíritu levantado. Llenos de nuevos amigos que merecen todo nuestro respeto. Ojala hubieran más como ellos.

A.Benlloch

jueves, 30 de septiembre de 2010


Mágica Chetilla

Chetilla nos recibe de noche, bajo sus luces opacas y sus luciérnagas innundando de destellos las calles más oscuras. Ubicada entre cerros, descansa humilde y silenciosa.
Son las 5:40 am. El lechero llega con los porongos vacíos, las mamachas esperan con sus valdes de leche fresca. Hoy Alicia venderá tres litros a ochenta céntimos cada uno.
Chetilla es un pueblo pequeño, aunque sus tierras se expanden hasta donde ya no alcanza la vista.
Hablan de pobreza extrema, algo que no deja de sorprendernos. Nos cuestionamos como en un lugar tan hermoso y tan lleno de riquezas pueden existir tantas carencias.
Durante el día el sol abrasa sin remordimientos, y a la noche, el viento recorre helado sus calles de tierra y piedras.
Chetilla es una comunidad de mujeres. Celosas de sus costumbres, caminan por sus calles hilando. Sus vestimentas llenas de colores despuntan en el marrón adobe de las casas. Con la rueca en la mano sus dedos trabajan sigilosos la lana en un trabajo mecánico y perfecto.
No solo tejen, llevan la casa, el ganado, trabajan en la chacra y los comercios. cargando a sus hijos a la espalda, envueltos en killas haciendo todo, o de todo un poco.
Casi no hay hombres, nos preguntamos si estarán en la chacra o quizá bajarán hasta Cajamarca para trabajar. Entonces nos enteramos de cual es la realidad. Chetilla, es un lugar de mujeres.
Estos días están de fiesta. Hay mercado, concurso de hilanderas y fútbol. Las mujeres siguen trabajando. Se celebra la caravana folclórica en la comunidad. Sobre la vereda un hombre duerme la mona y el resto toma hasta el amanecer celebrando la magia de ser varón. Rosita nos cuenta entre tímidas risitas que los hombres son malos, pero acá, es mejor eso que nada. Si uno no aparece a la cita “estará borrachito” comentan.
El pueblo se llena de faldas y sombreros, en el encuentro sobre la alfabetización, la lucha está a cargo de las mujeres, su carácter refleja la dulzura y la fuerza del trabajo.
Entramos en la municipalidad y encontramos a varios hombres trabajando levantando ladrillos de barro y cargando sacos de madera. Cuando llega la tarde casi puedes tocar las nubes, sus prados se expanden amarillos y verdes bajo nosotros.
En lo alto del cerro, la escuelita reposa silenciosa y a medio construir. Un solo docente por colegio, internos en una educación occidental que pocas veces tiene que ver con sus propias realidades. Con el quechua olvidado en las aulas los más viejos mantienen viva su lengua en los hogares.
Profesores, niños y adultos participan en los talleres. Cada cual tiene una historia para contar. Las hilanderas de Chetilla, Alicia y los recuerdos de una anciana que revelan que el cambio de los años, no pasa en vano para nadie.
La hidroeléctrica es el mayor logro que la comunidad ha logrado. Con el esfuerzo de sus propias manos y el trabajo de la minga, la faena comunitaria, ahora gozan de energía desde hace más de nueve años.
Ahora ya saben que tienen voz y pueden hablar.
Con nuevas expectativas y muchos abrazos nos despedimos de aquellos que han sido nuestros compañeros y amigos durante la semana.
Ojala no pase mucho tiempo hasta que podamos regresar a este lugar de colores, mujeres y cielos hermosos.

A.Benlloch

jueves, 2 de septiembre de 2010


La Shicuana

Chamis nos recibió acogedora y silenciosa. La escuela de primaria IEN82848 es nuestro centro de operaciones, junto a nosotros, un pequeño y colorido cementerio nos acompaña día y noche con sus cruces burlonas asomando sobre nuestras cabezas.
A más de 3000 metros de altura, Cajamarca se abre extensa bajo nosotros.
Solo unas pocas casitas y unas cuantas ovejas y vacas pastando pintan los prados de La Shicuana, donde nos encontramos.
Cuando llega la tarde la escuela se innunda con el olor de los eucaliptos y el sonido de los chicos saliendo gozosos de sus clases.
Chamis es un lugar hermoso, con gente tímida y generosa, vestida con trajes colmados de colores y tradiciones latentes. Curiosos observan a los “gringos” que rondan por sus calles durante la semana.
Los primeros en llegar son los más chicos que temerosos nos sonríen y nos observan murumurando entre ellos. Vienen caminando desde el centro poblado de Chamis, a poco más de una hora, tan solo, a la vuelta del cerro frente a nosotros,
Entre la gente que partcipa en los talleres, encontramos también adultos del caserío y algunos profesores. Algunos llegan desde Cajamarca, Chamis y otras localidades.
Desde el más chico al más grande, todos tienen cientos de historias para contar.
Dispuestos a empaparse de todo, nos escuchan y nos miran atentos. Solo bastan dos días para tomar confianza con ellos y empezar a jugar.
La mayoría, nunca han visto o tocado una cámara o una computadora, pero no dudan a la hora de experimentar.
Nuestra llegada a este lugar, ha sido un golpe de realidad. Chamis siempre vivió de la agricultura; trigo, papa, maíz y olluquito. Pero últimamente no llueve mucho, parece que el agua se haya olvidado de esta tierra.
Nos cuentan que los niños se quedan solos durante el día, sus papas bajan a Cajamarca para trabajar y no regresan hasta la noche.
Como un lugar olvidado, en La Shicuana no hay internet, aunque Cajamarca se encuentre a tan solo media hora a pié.
Entre los temas escogidos por los talleristas, está el quechua y todo lo que rodea a esta enigmática lengua. Ahora, solo los más viejos mantienen su idioma, ni los chicos ni sus papas ya lo quieren hablar, para eso tienen un castellano impuesto.
Ya son pocas las comunidades acá en el norte que conservan tímidamente el quechua como su idioma natal.
No podemos evitar sentirnos extraños en nuestra propia tierra… a tan solo trece horas de diferencia en bus, parecemos estar en otro planeta. Estas diferencias nos enriquecen pero nos desconciertan. Cuando la gente de la comunidad nos pregunta de donde somos, Lima parece ya otro país.
El Segundo día, decidímos que no teníamos nada mejor que hacer que perdernos por el cerro cuando regresábamos de Cajamarca tras una ducha rápida y necesaria, después de casi dos horas por angostos caminos llenos de piedras y agujeros, conseguimos llegar asados a nuestro pequeño hogar, La Escuelita IEN82848.

A.Benlloch

lunes, 16 de agosto de 2010

La escuela

Quien no recuerda su época de escuela con cariño?
Yo también la recuerdo así. Pasé en esos edificios antiguos catorce años de mi vida.
Me vienen muchos momentos a la cabeza si me pongo a recordar.
Las veces que Maria la monjita con su característico amor hacia los niños, me cambió de ropa porque terminaba haciendome la pichi en clase.
Las tardes de lluvia en el viejo cine del tercer piso, las guerras de globos de agua con el bosque como escenario de la batalla. Los baberos de rayas que terminabas atando a tu cintura o poniendote como capa. El jardinero y sus historias que compartía con nosotras mientras nos daba parte de su regaliz.
Los pavos y sus volteretas, los chopos y sus árboles milenarios, el cementerio de monjas y sus leyendas oscuras, el comedor y sus días de pizza sorpresa...
La escuela, no solo me enseñó a sumar y restar, a leer o a escribir en latín. Lo mejor de todo, fue lo que aprendí fuera de las aulas. En los recreos.
En el colegio me enamoré por primera vez hasta llorar, fumé mi primer pitillo, aprendí lo que es la verdadera amistad y los verdaderos desengaños.
Lloré, reí, soñé, me pelé las clases para ir al parque a fumar porros, y me besaron por primera vez.
En la escuela, desconfié por primera vez de mi misma gracias a una profesora, ya manjar de gusanos, que con nueve años decidió que yo no sería nada en la vida.
En la escuela eschuché por primera vez a una niña vomitando después de comer, y así empecé una largo camino de absurdos encuentros y desencuentros con waters de todas las formas y colores.
En la escuela, llegué a odiar las matemáticas porque me obligaban a resolver problemas que no comprendía cuando lo que quería era pintar.
Odié el pure de papa, después de obligarme a comerlo con una cuchara hasta mi garganta.
Odié la religión y la iglesia, porque en lugar de enseñar la historia, me obligaron a rezar cánticos idiotas.
Y odié y desconfié de los profesores cuando en lugar de valorar mi exámen puntuaban mi nombre.
La escuela, fue una parte importante en mi vida, una parte llena de contradicciones. Recuerdos de una época inolvidable que de un modo u otro, me convirtieron en lo que soy ahora.
Lo único que me llevo de todos esos años. Las amigas para toda la vida. Las que como yo y junto a mi, vivieron todas estas paradojas de la buena y mala escuela.

A.Benlloch

lunes, 19 de julio de 2010


Belen

Belen es un lugar increíble, humilde, mágico y extraño. No puedo evitar preguntarme como la gente se adapta a vivir de ese modo. Elmer trabaja con turistas en Iquitos. Lo encontramos en el malecón de la ciudad y nos ofrece su bote para conocer las casas flotantes de Belen. Está atardeciendo. El cielo se pone de un rojo intenso y al reflejo con el amazonas puedes escuchar los rugidos del sol despidiendo el día.
Ahora es verano en la selva, o al menos, no es época de lluvias, por eso el río está bajo y las casitas se posan sobre la tierra. Así viven mitad del año. La otra mitad, cuando llueve constantemente, el río crece desmesuradamente, y las casas, costruidas con troncos y hojas de palmeras, flotan sobre sus aguas como por arte de magia.
Solo puedes acceder a través de canoas. Llegamos al barrio de San José, bajamos del pequepeque y caminamos por sus calles repletas de lodo. Los niños juegan felices por sus calles, pronto, todo estará de nuevo innundado.
Conocemos a su familia, sus hijos pequeños acompañan a su madre que vende chucherías en la puerta de su casa. Nos cuenta que cuando crece el río, las farolas se apagan porque las cubre el agua. Solo tienen la luz de las casas o el fuego de las velas.
Me acuerdo de Venecia, y lo poco en común que en verdad tienen pese a vivir sobre el agua.
Al día siguiente conocemos el mercado, situado en Belen Alto, 36 cuadras de mercado. Todo lo que quieras encontrar lo tienes en Belén. Sus callejuelas encharcadas con un agua oscura y cientos de puestos repletos de comida. Carnes, pescados, frutas, macerados, jugos, tabaco... Intensos olores que mezclados en el aire se incrustan hasta lo más profundo de tus fosas nasales. Unos suris se mueven entre el serrín desesperados, los gorditos gusanos son un suculento alimento muy cotizado.
Llegamos a Pasaje Paquito, donde todos los remedios naturales se exponen bajo el abrasador sol de la selva. Amuletos, sangre de grado, ayahuasca, siete raíces... son solo un ejemplo de todo lo que te ofrecen. "Que andas buscando amigo? dolores de estómago, de huesos, afrodisiacos...?". El paraíso abandonado.
Nos asomamos al malecón, la entrada a las casas flotantes y el lugar más pobre de Belen e Iquitos. Elmer nos recomienda no entrar. No se hace responsable de lo que llí nos pueda pasar. Ya sabemos que no hay lugar más peligroso que donde existe verdadera necesidad.
Pese a todo, yo no siento el peligro. A lo lejos unos niños juegan felices descalzos sobre el pasto. Nadie que ría así puede ser infeliz.

A.Benlloch
Abraham

Abraham tiene 47 años, aunque parece de 70. Su vieja bicicleta le acompaña a todos lados. En la plaza de Chiclayo se acerca a nosotros y se pone a conversar. Así es como le conocemos.
Hablamos de diferentes cosas hasta que me pregunta si creo en Dios. El dice que lo sintió caminar a su lado en la selva, cuando se escondía de día y caminaba de noche.
Tras una intensa conversación sobre la biblia y sus interpretaciones, nos cuenta su historia a tirones que prefiere no recordar.
"Yo hice cosas malas" admite. "Cuando la gente solo quiere una bolsa de arroz o azúcar es capaz de cualquier cosa. Cuando pruebas el dinero, olvidas a Dios por completo".
Nos cuenta que vivió en la selva, que como mucha gente allí, terminó en el negocio de la droga. "Tenía sacos negros de dólares enterrados".
Era líder en una pequeña comunidad cerca a Tingo María. Entonces llegó Sendero Luminoso, le obligaron a representar a Sendero en ese lugar. Se negó, lo maniataron y lo subieron al monte.
Allí arriba, junto a otros dos pobres diablos esperaron al carnicero. Un tiro en la cabeza y al foso de los muertos. Nadie nunca más sabría de él.
"Rogué al señor que me perdonara, que igual que llegué sin nada me dejara ir. Ya no quería mi dinero, solo seguir viviendo".
No sabe cómo, escapó. Se lanzó ladera abajo rodando con las manos atadas. llegó de cabeza al suelo y entre los cadáveres, víctimas de Sendero, se escondió para no ser encontrado.
Aún recueda los gritos al fondo "Uno se escapó!".
Pasaron días, semanas en la selva, no sabe el tiempo exacto. De día escondido para no ser encontrado. De noche caminando.
Estaba seguro que de esa ya no salía, la selva, es un lugar hostil y peligroso si no la conoces ni la respetas. Si no era devorado por un animal, era consumido por su propia hambre.
No sabe como, logró salir con vida.
Ya no confíaba en nadie. La gente le causaba terror y desconfianza.
Sus cansados ojos marrones brillan al recordar su historia. Cada arruga exalta el sufrimiento de los años en su rostro.
Ahora, no puedo debatirle que Dios no le acompañó esos días.
Se levanta, y apunta nuestros nombres en una vieja libretita que le acompaña.
Lo vemos partir, y a nosotros se nos queda un sabor amargo con su historia. Me pregunto cuan fácil puede ser superar eso y seguir adelante.
A lo lejos nos mira por última vez y sonríe. Ahora se cuan agradecido está de seguir vivo.

A.Benlloch

Mi viaje cósmico

26.06.2010

Hoy es el día esperado. Winston está por llegar junto con el resto de personas. Vamos a tomar Ayahuasca. Así surgió, después de un tiempo seguros de ello, hablamos con él y nos contó que hoy había planeada una sesión en un lugar llamado Uuritowasi (La casa de los pájaros). Un lugar increíblemente hermoso.
John, el dueño del lugar donde se va a llevar a cabo la toma viene a recorgernos al hospedaje, junto con su esposa, Violica. Aguardamos en casa de ambos, conocemos a sus hijas y nos cuentan unas historias desgarradoras sobre las pequeñas abriéndonos su corazón. Luego el nos cuenta su experiencia con la ayahuasca y como conoció a Winston.
Winston tiene 40 años, desde niño, conoce todos los secretos de las plantas medicinales, en concreto de la ayahuasca. Su abuelo también fue curandero y le enseñó todo lo que sabe. Nos contaba que el quería ser policía cuando era joven... pero que la planta, le reveló que sumisión era curar a las personas. Seguir los pasos de su abuelo. El lo negó por mucho tiempo, pero la planta le no cesaba de insistir que esa era su misión. El sabe muy bien, que no puedes ir en contra de lo que te dice la planta.
He estado pensando mucho sobre la Ayahuasca, y no puedo evitar sentir cierto temor. He escuchado que en algunas personas no funciona, tengo miedo de que no me muestre lo que yo espero, o no haga efecto en mi. Hoy es mi tercer día de periodo y no es recomendable hacerlo cuando estás con la regla, ya que descargas mucha energía que puede resultar dañina para los que están a tu alrededor. Me han dicho que no me preocupe, porque a partir del segundo día de periodo ya no resulta problemático. Es un ritual que necesita todo un proceso de praparación porque el cuerpo necesita estar limpio, para que la planta pueda realizar bien su trabajo, si no, puede no funcionar o hacerte daño.
Se que la planta terminará revelándome que lo que ella quiera, pero me gustaría buscar en este viaje la espiritualidad de la que todo el mundo habla y que yo no logro encontrar. Saber porque me cuesta tanto tener fe.. Porque a veces la siento y en cambio otras estoy tan perdida que me da miedo. Porque tengo tanto miedo por lo que vendrá, que es la muerte y a donde nos lleva. Quisiera hacer frente a esa parte de mi que provoca mis miedos y angustias. Porque mi cuerpo se enferma constantemente y mi cabeza no puede dejar de dar vueltas por ello. Quisiera sacarlo de mi cuerpo. Extirparlo para siempre.
Solo espero estar preparada.
Pasamos la noche aquí, en este lugar mágico rodeados de naturaleza en su estado mas puro, donde el agua y la tierra se funden en una sola materia. El río suena de fondo como un murmullo constante, incansable. La montaña forma surcos en las rocas donde los animales e insectos habitan protegidos por su madre, la tierra.
Anoche la luna nos acompañó brillando grandiosa sobre nuestras cabezas, ilumando la oscuridad de la noche amazónica. Las estrellas vibraban en el cielo como focos infinitos en el vacío. Se siente uno tan pequeño ante la inmensidad de la noche y mirando el universo oscuro, negro, inalcanzable, pero que casi podía rozar con mis dedos.
Pasé la noche teniendo sueños cortos, despertándome a cada poco. Me perseguían unos lobos. Yo corría y corría y ellos seguían detras mío, pisandome los talones. Podía escuchar su repiración jadeante casi en mi nuca. Uno de ellos me miró fijamente a los ojos, enseñándome sus colmillos, sus ojos azules penetraban los míos hasta quemar. Me desperté. Fuera de la carpa solo se escuchaba el sonido del agua fluir entre las piedras del río y los insectos nocturnos comunicndose. Nunca había escuchado algo parecido.
Ahora estamos listos para limpiarnos. Los baldes están preparados, uno vacío, el otro con agua tibia. La purga va sacar de nosotros todas las impurezas que nos impidan que la ayahuasca trabaje como debe.
Me siento nerviosa, ansiosa, de un modo que no puedo expresar. Solo espero que cuando llegue el momento, no me falle la fe que quiero depositar en ella.
Esta mañana nos bañamos en el río. Siento el cuerpo dolorido por haber dormido en el suelo.
Anoche, antes de que se fuera el sol por completo nos volvimos a bañar, los árboles y las rocas reflejaban en el agua igual que un espejo. Lo que siento cuando miro al cielo es inexplicable, solo se puede comprender cuando uno lo admira con sus propis ojos, porque lo que se siente ante tanta belleza va por dentro. Me hace muy feliz estar compartiendo todo esto con él, por eso se que es especial. Se que él está sintiendo lo mismo que yo, sobran la palabras.
Tenemos suerte de encontrarnos con buenas personas. Ayer Violica dijo algo que nos dio mucho que pensar: “las personas nos encontramos con gente de nuestro mismo nivel espiritual. Si eres bueno de corazón, terminarás encontrándote con gente buena”.
Una se pregunta, como pueden suceder cosas malas en un lugar tan mágico como la selva. La belleza a veces es engañosa, creo que ese es su modo de cuidarse y protegerse. Si no fuera así, no se que quedaría de este lugar con la codicia insaciable del ser humano.

27.06.2010

Especial, única, agradecida por estar viva. Por ser parte de esta maravilla llamada tierra, y ser una parte más de la naturaleza.
Tras beber el tabaco líquido empezó la purga. Los vómitos duran unos veinte minutos, según cada persona. Que extraña sensación recorre tu cuerpo, quema tu estómago y saca todas las impurezas que tienes adentro tuyo. El mareo te acompaña por horas, pero entonces, te sientes más limpia y pura de lo que has estado nunca. Todo el día sin ingerir nada más que un poco de caldo. Ansiosa, con miedos y dudas. Con ganas de descubrir de una vez por todas lo que me esperaba en este viaje pero llena de controversias frente a lo desconocido.
Empezó el ritual. Quince personas junto al Guía, chaman o curandero. Al costado sus ayudantes. Todos y cada uno de nosotros hablamos, nos sinceramos y contamos por qué etábamos ahí y que esperabamos de ello. Concentración, mucha concentración. Se respira la magia en el lugar, en cada uno de nosotros. El humo del palo santo y los mapachos innundan mis pulmones, la única iluminación, un pequeño fuego a lo lejos. Y las estrellas, siempre las estrellas y la luna acompañándonos.
Hasta el último instante me asaltan las dudas... Y si lo que veo no es lo que quiero? Y si descubro algo que no quiero saber? Entonces frente a mi está Claudio con la copa. La cogo entre mis manos temblorosas, cierro los ojos y digo en voz baja “tengo fe en ti, guiame y cuidame”. Una sensación espesa como la miel pero amarga como la sangre del árbol recorre mi garganta. Siento como llega a mi estómago. Ahora, ya no hay marcha atrás, solo queda esperar que la planta comience a hacer su trabajo.
Todos permanecen en silencio, concentrados. En poco menos de media hora comienzo a sentirla. Primero en mis estremidades, después en mi pecho hasta que al fin llega a mi cabeza como una bala pesada apoderándose de todos mis sentidos. A lo lejos escucho los primeros vómitos. Comienzan los ícaros, con sus cantos en guía me avisa de que ya empezó todo...y de pronto, como una explosión de luz y energía algo estalla en mi mente y salgo disparada volando hacia las luces, los colores. Empiezo a agrandarme y veo como mis dedos se van convirtiendo en finas ramas de árbol. Alguien tira de mi con fuerza desde lo alto, intenta sacar mi alma, empujando con fuerza, veo como mi cuerpo se aferra a la tierra y lucha por quedarse sentado. Busco a tientas en balde, y comienzan los primeros vómitos. Esto, solo es el comienzo de un viaje extraordinario.
Veo un enorme y grandioso caleidoscopio de millones de colores, es tan hermoso que no puedo cerrar mi boca de asombro... soy diminuta frente a la inmensidad de colores y figuras que se forman ante mis ojos. Formas que nunca antes había presenciado. Es una imágen tan hermosa que me desborda. Da vueltas y vueltas sobre mi misma.
Abrazo el balde, los vomitos comienzan de nuevo, se convierte en un profundo pozo oscuro en medio de la selva. Siento miedo. Es tan fuerte y tan intenso lo que siento que creo morir. No se que hacer ni como actuar, todo da vueltas a mi alrededor, las imágenes me atormentan. Quiero tumbarme, estar tranquila.... pienso en el momento en que todo pasará y estaré de nuevo tranquila,junto a él,tumbados los dos y abrazándonos.
El miedo me da una tregua y siento unas presencias a mi alrededor que cuidan de mi, me protegen, me ayudan, toman el balde. Siento unas manos y unos fuertes brazos que me levantan que me dicen que siga adelante, que no caiga. Vuelve el miedo, es tan intenso que creo no poder resistirlo. Grito, grito con todas mis fuerzas, de mi boca no sale sonido alguno. Miro a mi alrededor buscando ayuda. Busco su mirada, le necesito, entonces lo veo, sentado a mi lado, metido en lo suyo, en su propio viaje. Cada vez está más lejos, tanto que no puedo alcanzarlo. Miro al resto de personas, están lejos de mi, inalcanzables también.
Me azota un sentimiento de profunda soledad, entonces me doy cuenta “estás sola en esto” me digo. Es un trabajo tan individual y personal, solo eres tu y lo que la planta decida hacer contigo.
Entonces empiezo a escuchar una voz que llega desde lo más profundo de la tierra. Los sonidos de los insectos de la noche son embriagadores, ensordecedores. La voz me habla, una voz de mujer que me dice y me repite que no me preocupe por nada, que ella es mi madre y está ahí para cuidarme. Me acaricia, seca el sudor de mi frente, y me acuna entre sus brazos. Quedo envuelta por ella, me convierto en un feto en su barriga, la barriga de la tierra.
Me fusiono con la naturaleza, convirtiéndome una pieza más de la tierra, parte árbol, parte piedra, parte insecto... todo sube y baja a mi alrededor, el viaje cósmico ha comenzado y ya no va a terminar. Vuelvo a vomitar, siento que ya no puedo expulsar de mi cuerpo nada más, pero continúan las nauseas. Las manos siguen acariciandome, sujetan mi frente y su dulce voz me susurra en el oído palabras de amor y tranquilidad. Que me deje llevar sin temores.
De fondo los ícaros del guía comienzan de nuevo, en aguaruna me atrapan y me llevan por el camino correcto, me ayudan a concentrarme y a relajarme, cada vez que terminan me siento perdida, pero sus ícaros me regresan, me guían.
La planta no deja de hablarme, de mostrarme, me dice que tenga fé, que la fé está en mi, dentro de mi y en todo aquello que me rodea.
Veo unos seres increíbles, que nunca antes había visto. Yo creo que son extraterrestres pero no estoy segura. Son grandiosos y alargados, sonríen mientras proyectan unas imágenes al fondo. Me fijo y veo el planeta tierra, pequeño a lo lejos. Intento alcanzarles, llamar su atención, pero no se percatan de mi presencia. Hay un atadecer, escucho el mar al fondo, el Mediterraneo se abre paso frente a mis ojos, huelo la sal de sus aguas. Es tan hermoso que siento ganas de gritar, de llorar y sonreír de felicidad hasta explotar.
Mi cuerpo no deja de moverse, da vueltas y más vueltas. Miro al cielo, ahí se presentan todas las imágenes, incansables e inalcanzables. Siento que estoy en un trance inexplicable. La tierra no deja de hablarme con su envaucadora voz. Me cuida, me siento arropada por todo el amor que me brinda. Intento tumbarme y cuando lo hago siento que mi cuerpo se descompone y los gusanos se comen mi piel y mi carne putrefacta. Una fuerza extraña me arrastra hacia arriba y me dice que aún no es hora. Vuelvo a sentrame.
Entonces lo veo, ante mis ojos un enorme corazón late lleno de vida. Es el corazón de la tierra, un corazón de fuego, lleno de luz y de vida. Escucho sus latidos y me siento tan afortunada de presenciarlo que no puedo creerlo. Empiezan a escucharse unos gritos, y el hermoso corazón empieza a desgarrarse, veo como sangra. Sangre que sale a borbotones de lo más hondo. Cada vez son más fuertes los gritos desgarradores de dolor, es la tierra que llora, que está sufriendo y que pide auxilio. De dice que la ayude, que la están matando y que está sufriendo. Sus chillidos de socorro me abruman. Grita y llora de dolor. Y empiezo a sentir su mismo dolor en mi corazón
y empiezo a llorar desesperada, como nunca antes he llorado. No puedo parar. Grito y le ruego que me perdone, que nos perdone, a mi y a todos los seres humanos que estamos terminando con su vida. Me voy haciendo más pequeña mientras lloro desconsolada, lloro por mi familia, y la distancia. Porque extraño ser pequeña extraño aquello que ya no va a regresar y que no volveré a tener ni a sentir. A mi mente se vienen recuerdos de mi infancia, momentos que ya no recordaba. Me siento tan feliz. Entonces me veo con el, y veo a mi hijo. Los tres nos abrazamos.
Apoyo mi cabeza en la madera y por instantes abro los ojos. Miro a mi alrededor, y soy consciente de donde estoy. Le miro, y ahí está a mi lado, pero tan distante. Quería acercarme a él y preguntarle como estaba, saber como estaba viviendo todo, que me contara y contarle. Que estaría sintiendo.
En silencio le digo que le amo, que no se preocupe que estoy a su lado. Se que él también me habla.
Veo una luz a lo lejos, una puerta en el cielo que se abre y de la luz blanca una silueta que me tiende sus brazos. Siento un amor indescriptible. Hasta en los peores momentos me siento querida, protegida, lleno de amor y bondad. Se que la planta no quiere hacerme daño alguno.
La tierra sigue cuidando de mi, hablandome sin parar, sacando de mi interior todo aquello que me causaba algún daño.
Empecé a sentir un frío terrible, no podía dejar de temblar ni bailar al compás de los cantos, que no cesaban y me acompañaban todo el camino. Penetrando en mis oídos como una música celestial y recoriendo mi cuerpo como una serpiente. Millones de insectos vuelan a mi alrededor, serpientes, arañas, pero yo no tengo miedo. Todos son mis hermanos, yo también soy un ser hijo de la tierra. Soy parte de toda esa maravilla.
Entonces siento su mano, nos abrazamos, y empiezo a llorar de nuevo. Me siento tan agradecída por estar ahí, por estar viva y haber sido testigo de todas estas imágenes hermosas que se me han revelado. Empecé a darle gracias a la tierra, por dejarme ser parte de toda esa belleza y hacerme bella como ella. Como todo ser vivo que viene de sus entrañas.
Me convertí en un pequeño pájaro columpiandome en una jaula gigante, hermosa, con suaves colores. Siento una calma intensa y estoy tan bien que no quiero dejar de columpiarme. Empecé a correr sobre el lomo de una serpiente, veo mis pies moviéndose con rápidez sobre su lomo de colores.
La planta seguía trabajando en mi cuerpo, rasgando en mi estómago todo lo negativo. Cuando los ícaros paraban los sonidos de la naturaleza me invadían y me perdía en ellos como en una mágica melodía. Ya no habían miedos, ni temores. Me sentía más segura que nunca. Con una paz y un amor en mi interior descomunales. El también lloró, y le brinde mi mano. Sentía como nuestras energías fluían por entre nuestros dedos. Y una infinita conexión que nos hacía un solo ser.
Sentí que la planta nos unió aún más, que nuestro amor era tanto y tan lejano que nada puede hacerme más feliz que estar a su lado.
En mi viaje buscaba a mi madre constantemente, pero la tierra se me aparecía convertida en una hermosa mujer y me abrazaba, me repetía que ella era mi madre, que era ella quien ahora me cuidaba y protegía.
Me di cuenta de lo insgnificantes que somos, seres diminutos en la grandeza del universo, de un mundo que poco sabemos apreciar. Mi mente se convirtió en un mundo de imágenes y pensamientos desconocidos, y mi cuerpo solo era un pedacito en todo este viaje.
Cuando el curandero se acercó a mi y me tocó la cabeza, algó en mi mente se abrió. Me sentí tan especial, tan conectada al mundo, a la tierra, que no tengo palabras para expresarlo, solo es algo que se vive y que ya nunca te deja.
Ahora se quienes somos, y de que estamos hechos. La tierra me lo mostró. De sus entrañas venimos y a us entrañas regresamos al morir. Ese es nuestro camino y nuestro destino, lo demás, es insignificante.
Ayer mi vida dió un giro. Viví la experiencia más increíble y sobrenatural que viviré nunca. Siempre con todo el amor y el respeto que se merece este ritual y esta maravillosa planta.
Un viaje cósmico, inexplicable que he intentado expresar con las palabras posibles y que se quedan tan cortas que resulta frustante. Lo llevo conmigo, en mi mente, acompañándome por siempre desde ahora.

A.Benlloch