martes, 17 de noviembre de 2015

El reconocimiento de mi propia violación

Acababa de cumplir 11 años, el tenía cuatro más que yo. Por entonces, todo lo que sabía sobre sexo provenía de conversaciones inexpertas, imágenes dispersas de besos robados o movimientos continuos bajo una sábana pudorosa de alguna que otra película, las austeras clases sobre sexualidad en la escuela y los primeros contactos con mi sexo dentro de una inmersión por descubrir mi propia sexualidad.
Ese día se sentó a mi lado.
Lo que empezó como una conversación anecdótica  sobre situaciones amorosas en los baños de su instituto, se convirtió de pronto en una confesión explícita de encuentros sexuales con sus compañeras durante las clases.
Si cierro los ojos y me concentro, aún puedo recordar el nudo en mi estómago al leer la nota que dejó bajo mi blog de dibujo, describiendo lo que pasaba en su cabeza cuando follaba con alguna compañera en los baños del instituto y pensaba en lo que podría hacer conmigo.
La segunda vez ocurrió en una excursión junto a un grupo de amigas. Un hombre apareció en silencio y se nos quedó mirando, se bajó los pantalones y empezó a tocarse frente a nosotras.
No mucho después sucedió un episodio similar tras la huida de un individuo, que durante largo rato nos custodió con su bicicleta para sorprendernos desnudo y meneándose el miembro.
Lo curioso es, que la mayoría de niñas a esa edad, ya habíamos sufrido constantemente episodios de violencia similares, casi hasta el beneplácito de la sociedad. Como si fuera normal que una niña o mujer en algún momento de su existencia, tuviera que encontrarse necesariamente envuelta en una situación vulnerable con su cuerpo.
 “La culpa es tuya por vestir con faldas cortas y camisetas ajustadas”, “Si no te hubieras desarrollado tan pronto…”, “La tetas es lo que tienen”, “Si no estuvieras tan buena…”, “Llamas demasiado la atención”, “Eso te pasa por ser mujer”.
Siempre la culpa. Nuestra culpa.
Una culpa que se ve reflejada en nuestro desarrollo sexual ligado desde niñas a sentimientos de vergüenza, disgusto, dolor y humillación.
Fueron tantos años los que creí realmente que estaba mal el hecho de que mi cuerpo se desarrollara y los hombres empezaran a mirarme las tetas, que durante mucho tiempo precinté mis pechos en desarrollo y usé ropas anchas para esconderme de las miradas ajenas.
Después de estos primeros acontecimientos violentos durante mi infancia y adolescencia, llegaron otros cientos con los que tuve que lidiar día tras día, aprendiendo a sobrevivir con miedo, impotencia y desconfianza, hacia un mundo que nos enseñaba que ser mujer, era necesariamente estar expuesta a miradas, toqueteos, palabras obscenas, insultos, golpes, burlas, abusos y violencia.
Alguna vez creí que las obscenidades con las que tenía que enfrentarme en la calle eran algo inevitable, común, un clásico que los hombres dicen a las mujeres. Pese a que la mayoría de veces me hacían sentir mal, sucia y asqueada.
No fue hasta muchos años después que empecé a contestar a las guarradas callejeras o a las miradas obscenas. En una ocasión un sujeto alentó a sus dos perros a morderme tras reaccionar ante un comentario sobre mi culo, otras veces he tenido que aguantar las risas y burlas de los tipos frente a mis protestas y cólera. Pero reconozco que aún hoy, muchas veces, me callo, camino y me largo; por asco, por indiferencia, por cobarde o por miedo.
Solo hace unos pocos meses que reafirmé mi propia violación. Y ahora tras analizar la cronología de los abusos que ha sufrido mi propia persona, soy consciente de que todos estos acontecimientos me fueron preparando para lo que irremediablemente me iba a suceder, hasta el punto de creer durante mucho tiempo que así debía de ser, que algo estaba mal conmigo o simplemente, la negación de que yo también fui una mujer violada.
Sucedió hace seis años, durante mi residencia en Buenos Aires. Hablar de esto me da vuelta las tripas. Siempre creí que debía enfadarme. No se si conmigo misma, con la sociedad, con los hombres, con mi pareja de ese momento porque nunca se enteró o con todos al mismo tiempo.
Sin embargo, no estoy molesta, no siento rabia, ni asco, ni pena. No siento nada. Como si esto nunca me hubiese pasado a mi, y escribiera sobre la historia de alguien que solo está en mi cabeza.  
Pero esta es mi historia, y creo, que la historia de cientos de mujeres que durante años, sintieron vergüenza o miedo o simplemente intentaron olvidar lo ocurrido y desconectarse de los sentimientos para sobrevivir. Porque eso es lo que hacemos, sobrevivir.
Hace poco leí que muchas sobrevivientes se critican a si mismas por la forma en que reaccionaron para arreglárselas. Yo siempre supe lo que me hicieron, pero no quise reconocerlo, creo que por vergüenza. Fue más fácil callarme, alejarme y hacer como que nunca pasó.
Ahora se, después de tanto tiempo, que hice lo que hice para sobrevivir, y que ahora, después de canalizarlo y sentirme con la fuerza necesaria, puedo empezar a hablar de ello, sin miedo, sin vergüenza ni odio.
Soy consciente de que hay muchos tipos de violación. Los efectos de los abusos sexuales pueden invadirlo todo; nuestra identidad, nuestras relaciones, nuestra cordura, donde sea que miremos, vemos sus efectos, aunque no seamos conscientes.
Yo recuerdo despertarme en un lugar conocido, aunque no debería haber estado allí. Sobre una toalla en el suelo. Con la ropa mal puesta y las bragas del revés. Sucia, mareada. Lo último que recuerdo es salir de trabajar y tomarme una cerveza cerca de mi casa. Después de eso no hay nada. Solo el corazón latiendo fuerte y las tripas revueltas.
Sabía que habían abusado de mi, se quien, pero no cuantos, ni por cuanto tiempo.
Después de eso decidí guardarlo, callarme. Sin sospechas, sin temores, sin miradas atrás, sin juicios. Asumiendo sin asumir, que había sido una mujer violada.
Esta es la primera vez que hablo de esto tan detalladamente, y mientras pulso las teclas de mi ordenador escucho un zumbido en mi cabeza y el aire se me atraganta en el pecho.  
Solo hace unos meses leí un artículo de una chica que contaba como la violaron en un contexto muy similar al mío. Me leí, ahí mismo. Después de tantos años de negación y silencio, ahí estaba yo.
Por eso escribo hoy esto, 6 años después. Muchas personas se preguntarán ¿Por qué ahora? ¿Qué importancia tiene hablar de esto después de tanto tiempo, hacerlo público?
No pretendo convertirme en una víctima, aunque por supuesto que lo fui, no quiero mostrar lástima, ni apego, ni ningún otro sentimiento más que el de la fuerza y la valentía que quiero transmitirle a todas las mujeres que han pasado por algo similar. Porque sin saberlo, esto ha dominado muchos aspectos de mi vida, me ha dañado, ha influido en mi todo este tiempo y es importante, claro que es importante hablar de ello.
Hace solo unos meses que desperté, como si todo este tiempo hubiese permanecido aletargada en una especie de limbo, entre lo que me pasó y lo que nunca me pasó. Evitando lo inevitable. Y por primera vez lloré, consciente, liberándome de un lastre que me atormentaba sin saber.
Soy consciente de que los efectos de cualquier abuso sexual pueden ser horribles, pero no tienen por qué ser permanentes. Reconocer como han influido los abusos en nuestra vida es también parte de ese proceso de curación. Leernos, escucharnos y reconocernos “a mi también me pasó”, y no sentir que estamos solas, o que debemos llevarlo en soledad.
Amarnos, por encima de todo, somos unas valientes, que pese a todo, seguimos caminando, luchando, criando, amamantando, riendo, gozando y sobreviviendo.

Poco después de escribir este texto leí el artículo que fue la inspiración del mío: “Mi - nuestra - genealogía de la agresión sexual” y de nuevo me releí, me sentí, me identifiqué. Amé sus palabras y su fuerza. Así que gracias, gracias a las mujeres que me ayudaron a liberarme, a las autoras de los artículos que me hicieron despertar y no sentir miedo, o vergüenza, gracias a A., M. Y K. por escucharme y aconsejarme, a C.D. por ser oídos y  compañero. Gracias a mi familia, no es fácil leer algo así de alguien a quien amas.
Soy consciente de que tras hacer esto publico, las reacciones pueden ser muchas y muy diversas, en concreto las reacciones de familiares y amigos cercanos que pueden pensar que soy una irresponsable por hacer público algo tan personal. Precisamente por eso, porque estoy cansada de permanecer callada, porque no tengo miedo ni a los prejuicios ni a las acusaciones ni a los que me hicieron daño y quiero gritar lo que llevo adentro. Porque quiero ayudar a otras mujeres que a través de mis palabras puedan liberarse como yo lo hice. Para escupirle a esta sociedad en la cara y chillarle que no estamos asustadas y somos muchas y muy fuertes.
No me puedo callar porque esto es lo que soy y porque esto es parte de mi, y más que nunca, me quiero, me respeto y me valoro.

Gracias.

A todas las sobrevivientes.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Mientras me quede voz

Somos lo que leemos, lo que escribimos, lo que decimos y las causas que decidimos defender. 
No hay respuesta del Gobierno, más bien silencio, negación. Afirmar entre risitas y con la boca exorbitada que en este país ya no quedan fosas que exhumar cuando España es el segundo país del mundo en número de desparecidos cuyos restos no han sido recuperados. 
Lloro y es por vergüenza, por rabia, por incredulidad ante la posición de un Gobierno fascista y olvidadizo que poco sabe de historia, o que sabe demasiado y por eso tiene miedo de hablar, no sea que saque harta mierda y los salpique a todos. Lloro porque no lo entiendo. 
La España que perdió, los derrotados de una causa invencible. Los encarcelados, los muertos, los silenciados. 
Y los familiares, que nunca callaron y esperaron, y esperan. 
Este es nuestro país, inmerso en una cultura de desmemoria, del "hacer olvido", es un mal que heredamos del franquismo, junto al miedo a expresarse, la apatía política, la desgana por la participación, el miedo a la libertad, la confusión entre democracia participativa y democracia vigilada. 
Esa es España, la España del himno horrible y sin letra con el que nadie en sus cabales se identificaría jamás. Pero es que si hay gente que lo hace, que pretende fingir que aquí nunca pasó nada, que aquí nunca hubo una guerra civil con más de 200 000 personas asesinadas y más de 114 000 desaparecidos.
Hoy escuché este poema de Marisa Peña y lloré de rabia, de dolor, porque las heridas de este país nunca sanaron, porque siguen abiertas y duelen, duelen demasiado. 
"Mientras me quede voz
hablaré de los muertos
tan quietos, tan callados,
tan molestos. 
Mientras me quede voz
hablaré de sus sueños,
de todas las traiciones,
de todos los silencios,
de los huesos sin nombre
esperando el regreso, 
de su entrega absoluta
de su dolor de invierno. 
Mientras me quede voz
no han de callar mis muertos. "

A.Benlloch


A Juan Bosco Martín Algarra,

Estimado Juan, por decir algo cortés. Desde mi humilde opinión como lectora de tu artículo, a mi parecer petulante y bochornoso, cuando hablas de la masacre que España, o el Reino de España, hizo durante la conquista española en Latinoamérica, parece que te refieras a los asesinatos, violaciones, matanzas, torturas o los castigos por herejía y la imposición y sometimiento de unas nuevas creencias y costumbres, como meros males menores en el marco de una actividad que los españoles de aquella época, a diferencia del resto de potencias conquistadoras del momento, llevaron a cabo de una manera más grácil y elegante. Vamos que nosotros fuimos corteses porque no los aniquilamos a todos y nos juntamos con sus mujeres para procrear sometiéndolas, violándolas y robándoles sus tierras. Pero eso si, con la ardiente y gracia española que nos caracteriza. 
Hablas de las cosas positivas que dejó nuestro paso por ese continente como los hospitales desalojando las formas ancestrales de sanación a través de plantas medicinales, y aportando nuevas enfermedades desconocidas hasta entonces que acabaron con la vida de cientos de indígenas. 
Hablas de Universidades y colegios a cambio de la represión de la cosmovisión indígena y su forma de interpretar y entender la propia naturaleza y la de todo lo existente, desde la política, la economía o la ciencia, hasta la religión, la moral o la filosofía. 
Pero hay algo en lo que si te voy a dar la razón, y es cierto que la mayoría de personas son mestizas, y que la mayoría de personas que quiero y admiro, no existirían hoy si no fuera porque los acontecimientos se dieron como se dieron. Pero eso no justifica que lo que hizo tu querido país, que es el mismo que el mío, fue espantoso y despreciable. Y te recuerdo que a día de hoy, nadie, ni la "santa" iglesia, ni la casa real ni ningún presidente español, han pedido disculpas públicamente. 
Yo personalmente no ha habido día en el que no me sintiera avergonzada por la historia que nos precede. Y aunque aún les duele, jamás me sentí más amada y mejor tratada que en el Perú. 
Por supuesto que esta nación (como tu bien dices) ha aportado y aporta muchas cosas buenas al mundo, pero creo que es igual de importante hacer memoria y ser conscientes de nuestro pasado. No recuerdo haber estudiado durante el colegio o en la Universidad, cuál fue la verdadera historia de la conquista española en América Latina. Es vergonzoso y triste que tuviese que enterarme de mi propia historia allí y que me hicieran sonrojar pese a que ni mi familia ni yo, tuvimos nada que ver con lo acontecido siglos atrás. 
Pero esa es la verdad, este es un país sin memoria histórica, ya lo sabemos. 
Te recuerdo que según la Constitución Española "El 12 de octubre simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir su proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad cultural y política y la integración de los reinos de España en una misma monarquía, inicia un periodo de proyección linguistica* y cultural más allá de los límites europeos."
Así que permite que en esta "Fiesta Nacional" haya mucha gente no quiera celebrar la grandiosa "patria" española. 

A.Benlloch

Síndrome de Estocolmo

Me levanto por la mañana y la primera noticia con la que me encuentro en el facebook es la entrevista que le hicieron a Carmen Martínez-Bordiú en TVE, el canal de televisión público de España y financiado por todos los ciudadanos españoles. 
Siento unas náuseas matutinas y no es porque esté embarazada o porque la cena de anoche me sentó mal. Es que de nuevo este país y su pobredumbre mediática me golpea fuerte en el estómago con esta entrevista a la nieta de uno de los mayores asesinos de la historia. 
Y yo me pregunto... Qué deben sentir todas esas personas que a día de hoy siguen buscando los restos de sus familiares desaparecidos? Por si lo habíamos olvidado, España es el segundo país en el mundo con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido aún recuperados ni identificados. 
Y así están las cosas, realzando en un medio público no solamente la figura de un dictador, algo que a día de hoy casi solo sucede en España mientras otros países agachan la cabeza avergonzados por su pasado, si no el beneplácito de una serie de despreciables mezquinos que viven del cuento y son tratados como figuras respetables, en concreto, la nieta de un tirano que durante más de treinta años cometió crímenes contra el derecho internacional: La tortura, las ejecuciones extrajudiciales, los ataques contra la población civil y otros abusos considerados crímenes de guerra; la persecución política, religiosa o racial y otros crímenes contra la humanidad. 
Pero no pasa nada, porque vivimos en España, y este es un país que respeta a todos, sobre todo si tienes sangre azul, un título de marqués o conde en tu casa, algún que otro juicio pendiente, una cuenta en algún paraíso fiscal y un familiar asesino. 
Y luego nos preguntamos por qué pasa lo que pasa. 
Sin duda en este país padecemos el Síndrome de Estocolmo; nos gusta que nos jodan y cuanto más profundo mejor. 

A.Benlloch
Parir y criar

Soy defensora de la lactancia materna siempre y cuando la madre pueda permitírselo y sea suya, y solo suya, la decisión de hacerlo. 
Dar el pecho no solamente es beneficioso física y emocionalmente para nuestras hijas y para nosotras, además de cómodo y económico, sino que conlleva una gran responsabilidad, dedicación, extenuación y esfuerzo para el que nadie nos prepara.
El puerperio es, sin lugar a dudas, una de las fases más duras por las que pasan las mujeres después de parir, y si das el pecho mucho más. Es un sacrificio que haces con todo el amor de tu corazón, pero que conlleva el sobrevivir a una fase cargada de miedos, dolor, cansancio agotador, cuestionamientos, soledad e incluso a veces depresión. 
Me considero una mujer fuerte que lucha por sus derechos, y aunque no lo crean algunas, me he tenido que enfrentar en más de una ocasión, a situaciones discriminatorias donde no me han dado la posibilidad de darle el pecho a mi hija libremente, o lo más increíble, al prejuicio de otras mujeres por haber optado a dar el pecho y a renunciar a muchos aspectos de mi vida. 
Se puede ser feminista con un bebé colgado de la teta creo yo. 
Dar el pecho o no es al fin y al cabo, una decisión nuestra y solo nuestra. 
Es como decidir tener hijos o no tenerlos, como abortar o parir, o como amar a un hombre o a una mujer. Yo decidí dar el pecho como podría haber decidido no hacerlo. Nadie tomó esa decisión por mi, nadie me puso en la coyuntura de verme en la obligación de tener que hacerlo. Nuestra libertad termina en el mismo instante en el que nos ponen barreras para tomar nuestra propia decisión. 
Lo esencial para mi, más allá de si una mujer opta por darle el pecho o no a su bebé, es hacerlo informada. Conocedoras de lo que suponen nuestra decisiones, seguras y empoderadas. 
No porque un doctor te diga que con la leche materna exclusiva no se alimentan lo suficiente o porque te suelten la barbaridad de que los niños de fórmula son menos felices. Mentiras se dicen muchas y es nuestra responsabilidad saberlo. 
Lo cierto es que en nuestra sociedad se especula mucho con nuestro cuerpo. Muchas mujeres optan por no dar el pecho porque no quieren renunciar a su vida, porque quieren compartir la alimentación de sus hijos con sus parejas, por alguna enfermedad o fuerza mayor o simplemente porque no les apetece andar todo el día con la teta fuera. 
Cualquier opción es válida si es nuestra. 
Pero lo cierto es que también son muchas mujeres las que no pueden dar el pecho a sus hijos porque sus condiciones laborales no se lo permiten, por prejuicios o falta de autoestima propiciado por el negocio de la fórmula y las leches artificiales. 
Al final todo se basa en nuestra capacidad de decisión. 
Nos obligan a parir hijos que no queremos tener y ahora nos obligan a alimentarlos como "ellos" creen que debemos hacerlo. Volvemos a lo mismo, decidir por nosotras. 
Nos obligan a abandonar nuestros puestos de trabajo porque la basura de baja por maternidad que nos dan o las condiciones laborales a las que nos enfrentamos son incompatibles con nuestra visión de crianza. Y ahora nos obligan a dar el pecho pero no posibilitan que nuestros empleos se adapten a ello. 
Una ley retrógrada más que obliga a las mujeres a tomar decisiones que no quieren tomar. Lo de siempre: Ellos deciden cómo hacerlo, nosotras parimos y criamos. 

A. Benlloch
Mi verdadera Revolución

Recuerdo cuántas veces, siendo tan solo una adolescente hermosa con un cuerpo precioso, deseé ser de otra manera. 
Tener las tetas más pequeñas y firmes. Los ojos más claros, las piernas más largas y esbeltas, los labios más carnosos y la barriga más plana. 
Cuántas horas valiosas de mi existencia habré perdido en estos pensamientos inútiles por culpa de sobrevivir en una sociedad, donde a las mujeres y a las niñas se nos está diciendo constantemente que no somos lo suficientemente bellas, fuertes, buenas o lo suficientemente inteligentes. 
Cuántas horas de mi valioso tiempo sigo perdiendo hoy, sin quererlo, pensando en ello, a veces. Admito que pese al amor que me tengo, aún en ocasiones me afecta como me veo, como visto, como me muestro ante los demás. Y es que desprenderse de los miedos que nos han atormentado de niñas es una tarea difícil. Por eso, aunque amo mi cuerpo, mis señales, mis estrías, mis lorcitas, mis pechos no firmes, mis dientes chuecos, mi celulitis, mis arrugas y marcas, a veces, solo a veces, desearía no tener nada de eso, sin darme cuenta que así como soy, soy hermosa, única, especial y maravillosa. 
No quisiera ser de otra manera. 
Cómo sería nuestro mundo si no malgastáramos ni un segundo más en estos pensamientos? 
Amarnos, desearnos, valorarnos, esa, es la verdadera revolución. 

A. Benlloch

https://vimeo.com/98275771

lunes, 26 de enero de 2015

Reconociéndome

En ocasiones aun me cuesta reconocer quien soy en este momento. Como si la persona con la que me toca lidiar cada día estuviera siempre esperando algo, algo que va a llegar, quizá cuando ya pueda volver a ser quien era antes de que todo esto empezara. Mentira, porque esa persona ya no es más ni será nunca.Aun me sorprendo a veces. Lo irracional y animal que puedo ser y lo poco que me importan algunas cosas que antes si me importaban. Todo queda a un lado, y nadie, excepto quien está pasando por algo similar, puede entender como te sientes.Empiezas a vivir una etapa en la que la razón simplemente deja de funcionar para moverte por instintos y ritmos naturales. Fuera de la sociedad, del ruido, de las opiniones absurdas de la gente que no tiene idea alguna de lo que sientes, por muy buena intención que tengan. Si generalmente una tiene miedo a enfrentarse a si misma, a sus miedos y pensamientos más oscuros, esta es una etapa en la que inevitablemente haces frente a todo esto. A tu naturaleza más salvaje y desoladora. A tu infinita capacidad de levantarte cuando ya no puedes más o a reír cuando realmente tienes ganas de gritar hasta quedarte sin aliento.Esperas, con una infinita y sorprendente paciencia, pero un día despiertas y te das cuenta que te engañaron y que esta etapa supuestamente pasajera no termina nunca, y que aquella que fuiste dejando atrás durante el embarazo es hoy alguien totalmente distinta. Me veo como madre, como si siempre hubiese sabido que debo hacer en cada momento. Teniendo que lidiar con una una sociedad que te lo pone difícil cuando quisieras criar a tu hija de cierto modo.A veces no se si me gusta que me miren todo el tiempo como madre. Soy mujer, soy libre, eso creo. Quiero decir, tengo necesidades. Me gusta sentirme atraía y sentir que puedo atraer a alguien. Aunque ciertas cosas como el sexo por ejemplo, hayan perdido relevancia en mi vida presente, aun me gusta soñar que hago el amor y que alguien pierde la cabeza por mi.Soy demasiado pasional, cuando hablo, cuando siento, cuando actúo. No digo que sea bueno o malo, simplemente lo soy. Quizá por eso a veces me desgasto tanto y de pronto caigo exhausta sin saber muy bien por qué estoy tan cansada de todo. Sin querer exijo que otros sientan como yo, así, intensamente, como si el mundo fuese a explotar mañana mismo.Quizá por eso las madres amamos de esa manera tan irracional a nuestros bebes, porque son los únicos que pueden respondernos del mismo modo. Me siento como una leona, así me sentí el día que parí a mi hija, y cada vez que la he puesto en mi pecho para alimentarla. Te conectas con tu naturaleza más salvaje, más indomable y lo siento todo el tiempo, cada vez que mis pechos se cargan de leche y me empapan la ropa, o cada vez que siento unas ganas terribles de lanzarme en el cuello de alguien por estúpido o engreído. Siento que mi interior es un batiburrillo de emociones que siempre están punto de estallar. A veces estoy más calmada, pero igual siempre ando pensando. Me mantiene viva recordar algunas cosas como los olores de algunos lugares por los que he pasado, la música con la que he bailado, las personas que me han removido las tripas. Y no dejo de soñar nunca o de imaginar que otras tantas cosas voy a hacer en algún momento, porque nada para mi ha terminado, solo estoy esperando. Mientras tanto me llena el corazón despertarme por las mañana y escuchar las primeras palabras de Maia o ver su sonrisa aún dormida dándome la bienvenida a un día increíble a su lado. No necesito emborracharme o fumarme un peta para sentir más fuerte, ya genero suficiente oxitocina. Y en serio, que esto de ser madre es una auténtica locura, algo que llevas por dentro, que te hace estar por encima de tantas cosas que ahora sientes mundanas.Ni siquiera se como me veo, o como me verán los demás además de como madre. Pero nunca me sentí más viva y capaz de todo, más bella y más mujer de lo que soy ahora. 

A.Benlloch