Almas revolucionarias
Llegué a Coporaque rodeada de cerros silenciosos y cielos de nubes blandas. Me encontré con Fidela y Anastasia cuando salían de su reunión semanal en el local comunal de Huayhuahuasi. Allí, bajo el frío de la sierra y un sol abrasador hablamos de su experiencia. Cuando mamachas como ellas te hablan, su fuerza te constriñe los sentidos, y es que estas mujeres te contagian su lucha hasta que llegan al corazón.
Fidela es líder de su comunidad, una mujer tenaz cuando habla, perspicaz e ingeniosa. No duda en fijar sus ojos en los míos, como queriendo estudiarme. Me ruborizo imaginando lo que pensará de mi.
Agita sus manos cuando habla, con voz proyectada, sin temor ni verguenza. Viste una pollera de colores con su chompita de lana. Bajo su sombrero de alpaca caen dos trenzas negras y gruesas que se juntan en los extremos, como dos manos entrelazadas.
Sobre su espalda trae colgando una lliclla de colores, donde descansa arropado y calentido su hijo menor.
Parece mucho mayor de lo que es, y es que el trabajo y el clima en las montañas no pasa en vano para nadie, ni para el más fuerte.
Sus marcadas mejillas están tostadas por el astro que en el día no descansa.
Pese a nuestras diferencias la percibo tan cerca que siento un amor inexplicable hacia ella, como si ya la conociera.
En las reuniones hablan de los problemas que afectan a sus comunidades, buscando alternaticvas o soluciones. Solventan los gastos comunales y elaboran juntas futuros proyectos para invertir en sus hogares. Desde mercados artesanales hasta elaboración de queso.
Ahorran su platita y así pueden mandar a sus hijos a estudiar, depositan en ellos los sueños que ellas nunca pudieron alcanzar.
"Ya no dependemos de los hombres" me cuenta Anastasia orgullosa.El machismo en las comunidades sigue siendo imperante.
Chinchero nos recibe con nevados en sus cimas y lagunas en el camino. En la Municipalidad nos espera Cirila, vestida con su ropa típica nos cuenta como llegó a ser regidora.
Empezó como ganadera a asistir a reniones comunales pese a las discrepancias de sus esposo. Llegando a crear un comité de mujeres para fortalecer las capacitaciones en la comunidad.
Con ganas de salir adelante y enriquecerse se convirtió en la presidenta de la Fedeación de Artesanas, luchando por la revalorización de una cultura que estaba estancada.
Cuando la invitaron a participar en política no lo dudó un momento. Aceptó con la idea de escuchar y defender a su pueblo.
Caminó casa por casa con la verdad por delante, sin regalar polos ni gorras, como hacen ahora muchos alcaldes. El pueblo la conoce, es una mujer humilde que siempre trabajó por su gente.
Sus rasgos y su pose me recueran a las ilustraciones de Micaela, y entonces me doy cuenta de que, pese a los años su lucha no cesa, y es que su rostro luchador está en todas estas mujeres, almas revolucionarias que cambiarán la historia de la gente.
A.Benlloch
Llegué a Coporaque rodeada de cerros silenciosos y cielos de nubes blandas. Me encontré con Fidela y Anastasia cuando salían de su reunión semanal en el local comunal de Huayhuahuasi. Allí, bajo el frío de la sierra y un sol abrasador hablamos de su experiencia. Cuando mamachas como ellas te hablan, su fuerza te constriñe los sentidos, y es que estas mujeres te contagian su lucha hasta que llegan al corazón.
Fidela es líder de su comunidad, una mujer tenaz cuando habla, perspicaz e ingeniosa. No duda en fijar sus ojos en los míos, como queriendo estudiarme. Me ruborizo imaginando lo que pensará de mi.
Agita sus manos cuando habla, con voz proyectada, sin temor ni verguenza. Viste una pollera de colores con su chompita de lana. Bajo su sombrero de alpaca caen dos trenzas negras y gruesas que se juntan en los extremos, como dos manos entrelazadas.
Sobre su espalda trae colgando una lliclla de colores, donde descansa arropado y calentido su hijo menor.
Parece mucho mayor de lo que es, y es que el trabajo y el clima en las montañas no pasa en vano para nadie, ni para el más fuerte.
Sus marcadas mejillas están tostadas por el astro que en el día no descansa.
Pese a nuestras diferencias la percibo tan cerca que siento un amor inexplicable hacia ella, como si ya la conociera.
En las reuniones hablan de los problemas que afectan a sus comunidades, buscando alternaticvas o soluciones. Solventan los gastos comunales y elaboran juntas futuros proyectos para invertir en sus hogares. Desde mercados artesanales hasta elaboración de queso.
Ahorran su platita y así pueden mandar a sus hijos a estudiar, depositan en ellos los sueños que ellas nunca pudieron alcanzar.
"Ya no dependemos de los hombres" me cuenta Anastasia orgullosa.El machismo en las comunidades sigue siendo imperante.
Chinchero nos recibe con nevados en sus cimas y lagunas en el camino. En la Municipalidad nos espera Cirila, vestida con su ropa típica nos cuenta como llegó a ser regidora.
Empezó como ganadera a asistir a reniones comunales pese a las discrepancias de sus esposo. Llegando a crear un comité de mujeres para fortalecer las capacitaciones en la comunidad.
Con ganas de salir adelante y enriquecerse se convirtió en la presidenta de la Fedeación de Artesanas, luchando por la revalorización de una cultura que estaba estancada.
Cuando la invitaron a participar en política no lo dudó un momento. Aceptó con la idea de escuchar y defender a su pueblo.
Caminó casa por casa con la verdad por delante, sin regalar polos ni gorras, como hacen ahora muchos alcaldes. El pueblo la conoce, es una mujer humilde que siempre trabajó por su gente.
Sus rasgos y su pose me recueran a las ilustraciones de Micaela, y entonces me doy cuenta de que, pese a los años su lucha no cesa, y es que su rostro luchador está en todas estas mujeres, almas revolucionarias que cambiarán la historia de la gente.
A.Benlloch
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