jueves, 5 de abril de 2012


I.

Sintió un fuerte dolor en su estómago cuando vio a aquel hombre que no parecía su esposo, sonreír como nunca antes lo había hecho con ella. La forma en que con sus manos grandes y toscas acariciaban el cuerpo de su amante, entre jadeos y gritos ella lloraba, aferrada a la ventana, respirando la tierra húmeda del adobe que se pegaba a sus mejillas mojadas.


II.

Sus pezones pequeños y afilados parecían volcanes a punto de abrirse. Con sus manos cabalgaba el espacio agreste de su pelvis, hasta llegar a su sexo, donde caminó lentamente hasta aferrarse a su glande. Recorrió con sus labios la piel arrugada y espesa por el semen. Le gustaba sentir como crecía infinitamente dentro de su boca. El se retorció en silencio, gimiendo a trompicones entre el sueño interrumpido. En la oscuridad de la cama se convirtió en la otra, fuerte y ardiente, impulsiva. Con un amor tan grande que le dolía. Sus pies se retorcieron de placer mientras el sabor áspero de la leche inundaba su boca. Convulsionó varias veces, ella quedó tumbada sobre sus piernas, con la espalda desnuda, hermosa y minúscula. Así se durmió, llorando cautelosa, para no despertarle. 

A.Benlloch

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