Mi tierra llora mientras otros celebran
La impotencia es el profundo e inconsolable dolor emocional que resulta de
no poder remediar una situación desagradable, así dicen los expertos. Esa es la
palabra que sale de mi boca en estos momentos, cuando desde la distancia solo
puedo presenciar el tremendo desastre y las horribles circunstancias que se
están dando en mi tierra, sin poder hacer nada al respecto.
La
primera imagen que vuelve a mi cabeza es aquella en la que tengo 10 años,
estoy con dos amigas en el techo de la casa en Montanejos. Es julio y hace
mucha calor. A lo lejos, nunca tan lejos, las llamaradas golpean fuerte a
nuestros pinos. Los animales de la granja, bajan aterrados por el camino, hasta
el pueblo, donde son puestos a salvo los que logran sobrevivir.
El
río se cubre de cenizas y el cielo se torna gris oscuro, como si una
amenazadora tormenta estuviera por derramar sus redentoras lluvias, que por
cierto nunca llegan.
Las
tres en silencio presenciamos afligidas como nuestras montañas, nuestras rocas
y arbolitos avanzan calcinados, como los grillos bocean con gritos
desgarradores y los gorriones huyen despavoridos sin poder salvar a las crías
que aún no aprendieron a volar.
Ese
día las tres lloramos, en silencio. El dolor de una tierra que arde y sufre es
el dolor de los que aman la vida. Esa era nuestra casa, esos eran nuestros
bosques, tan solo quedaron montones de cadáveres carbonizados.
Ahora,
solo veo por internet o televisión lo que mi tierra está sufriendo. Tantos
veranos lo mismo… pero esta vez el dolor es mas fuerte. Veo como mi monte
sufre, como mi amada tierra de árboles amarillos desaparece bajo la ineficacia
de un gobierno que celebra los goles de una equipo que juega bajo una estúpida bandera. Siento una tremenda impotencia mientras presencio como algunos
celebran con las caras pintadas de amarillo y rojo, mientras los bosques se
queman.
Mi
casa sufre, y yo sufro con ella. Los responsables de la tragedia son puestos en
libertad bajo la pena de una palmadita en la espalda y un suave “no vuelva a
hacerlo por favor”.
Mientras
los valientes se adentran en las brasas intentando salvar lo que queda, la
Generalitat presidida por corruptos pendencieros se frota las manos con
acuerdos ilícitos de construcciones donde antes habían bosques.
Aquellos
que lucharon por mantener los pueblos, la vida en comunidad que con el
desgarrador progreso de las ciudades y lo “moderno” van desapareciendo,
perdieron todo. Los pijos valencianos descansan tranquilos en sus casas como si
esto no fuera con ellos.
Lloro,
lloro por mi tierra, por mis hermosas montañas y huertas infinitas. Lloro por
la nostalgia del romero, la manzanilla y el tomillo. Lloro porque con el fuego
se va parte de lo que fue mi abuelo, mi padre, mi hermano y lo que yo he sido.
Parte de sus hojas, parte de sus bichos, parte de una tierra seca y fuerte que
lucha contra los que se empeñan en desaparecerla.
Más
de 50.000 hectáreas desaparecidas bajo el avance incontrolado del fuego. Mi
hermoso campo, calcinado y enterrado, desgracia de la incompetencia estar del
ser humano.
Españoles
fraudulentos que celebran la victoria ficticia y pagada de nuestros bolsillos.
Que vergüenza me dan… españoletes sin sentido, sin corazón ni alma por lo que
de verdad importa, que es la tierra, que es el agua, que son los animales que
viven en ella. Nosotros, humanos malditos que anteponemos nuestros placeres
absurdos a la tierra.
Gracias
infinitas a los que están dando su vida por salvar la nuestra. A aquellos que
no se rinden, que ante las injustas actuaciones de un gobierno soliviantado por
seres inhumanos siguen luchando, trabajando. Esos son los que merecen la pena,
y no aquellos que con mentiras se tiñen los rostros de unos colores que no nos
representaron en la guerra, ni en la dictadura ni en la mal llamada democracia
que vivimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario