jueves, 3 de diciembre de 2009


Un mes con la Caravana...

Parece que el tiempo se haya detenido en Yapatera, con sus calles de tierra y las casitas bajas construidas con palmeras de coco, adobe y ladrillo. Familias de chanchos patrullan sus calles correteando de un lado a otro mientras varios burros arrastran carreteas cargadas con mangos o maíz recién cosechados.
A pocos minutos a pie se encuentra la escuela, donde el primer día unos chicos vestidos de uniforme nos observan tímidamente a través de sus enormes ojos. Pese a ser un lugar chiquito, Yapatera tiene cientos de historias que contarnos.
Los chicos hablan de sus mitos, las famosas leyendas que los más viejos les cuentan y conforman su cultura. Hablan de su pasado y de cual fue la realidad de un mundo injusto que vivieron sus antepasados. Quieren hacer memoria al esfuerzo y al comienzo del progreso en un lugar donde la educación es el primer paso para generar pequeños cambios. Y son capaces de reconocer y valorar el esfuerzo de algunos para continuar con sus estudios sin dejar de atender las necesidades de un hogar repleto de carencias.
Nunca antes han tocado una cámara de video o fotos, conocen básicamente el uso de una computadora, pero su energía y sus ansias por conocer y contarnos son tantas que nos transmiten todas sus ganas y su ilusión de la misma manera.
Ya no recuerdo que pasaba por mi cabeza antes de llegar a este lugar, cuales eran mis expectativas respecto a la caravana, su metodología, la respuesta de la gente que participa en los talleres… todo ha sido una sorpresa tras otra. Siento que ha sido un aprendizaje continuo, la ilusión y la energía de todo el equipo que conforma Docuperú volcándose en una idea, en un proyecto tan enriquecedor y necesario, y la respuesta de cada chico, profesor o persona que participaron o han formado parte de una manera u otra durante la semana.
No me explico como en tan solo unos pocos días puedes tomarle tanto cariño a un lugar que hasta ahora te era desconocido, a unas personas que ni sabías que existían. A un mundo que en cierto modo queda tan alejado de nuestras costumbres… como es posible encontrar tantas diferencias a simple vista de lo que es tu vida día a día y encontrar al mismo tiempo tantas semejanzas.
Quien sabe si volveré algún día o veré de nuevo a estas personitas. Ahora ya se que hay un lugar en el mundo llamado Yapatera que llevaré ya siempre conmigo, donde hay millones de historias que aún quedan por contar y donde el futuro y la esperanza reside en unos niños dispuestos a generar los cambios necesarios para progresar.

A.Benlloch

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