lunes, 4 de abril de 2011

La peluquería de Maruja


Todas le llaman Maruja, aunque su verdadero nombre es Maria de los Desamparados.
Desde hace más de 20 años peina cabellos, hace mechas y corta flequillos. Tiene su pequeño negocio en la Calle Montera de Madrid, junto a una joyería y una tienda de regalos y tarjetas.
Su peluquería es chiquita, siempre le ayudó Candelaria, que no es peluquera. Antes fue prostituta.
Dejó el negocio gracias a Maruja, a quien conoció en la peluquería. Todas las chicas del barrio la conocen.
Ella peina sus cabellos y las deja listas para una noche de carrera. Maruja abre hasta tarde, así puede conversar con ellas.
Sasha es de Moscú, llegó hace un par de años a Madrid, tiene el cabello largo hasta la cintura y oscuro, es tan delgado que casi parece flotar. Le gusta como Maruja logra darle volumen, se parece un poco a Anni Lyngstad, la cantante de ABBA.
Sheila es española, nació en un pueblo de Sevilla, pero vino a vivir a Madrid cuando aún era pequeña. Le gusta recordar la casa donde vivió de niña, siempre habla de regresar a su pueblo, nunca le gustó la ciudad, pero en Madrid se gana más.
Rosario y Camila vienen de Colombia y El Salvador. Rosario es habladora, siempre habla de sus hijos y el momento en que volverá a verlos. Juan Carlos tiene catorce años y Alejandro seis. Quiere traerlos de Medellín, pero espera dejar antes las calles. Maruja le ayuda a escribir cartas para sus hijos donde cuenta que trabaja en un almacén. Cose chompas y casacas, siempre se le dio bien tejer.
Camila no habla mucho, ninguna conoce su historia, lleva poco tiempo en Madrid. Rosario se hizo su amiga y la lleva donde Maruja. Allí se sienta en la silla, pero no se deja hacer nada en la cabeza. Siempre camina con su trenza. Solo para trabajar se suelta el pelo, que es largo y grueso.
A medianoche cierra el negocio, las chicas salen a la calle y se colocan en sus puestos. Se despiden hasta mañana, fuera de la peluquería la competencia es exigente.
Solo cuando suben a un carro se miran y sonríen.
Maruja abre a las 9. A las horas empiezan a llegar las primeras.
Allí no son prostitutas, solo mujeres; hablan, se ríen y se peinan el cabello.


A.Benlloch

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