miércoles, 12 de agosto de 2009

La Revolución de los espantapájaros

El sol empezaba a desaparecer. Sus pequeños ojos negros miraban al cielo escudriñando las nubes oscuras y esperando al tan temido diluvio de hormigas. Sabía que ese sería el fin del levantamiento .
A la cabeza del escuadrón, el pelotón de espantapájaros esperaba las órdenes de su capitán. Pero él intuía que algo iba mal. Nunca debió confiar la misión a las ratas lenguaraces. Pero que otra alternativa le quedaba… Había perdido a la mayoría de sus compañeros en combate. Solo unos pocos soldados mantenían la paja bien amarrada y los sombreros en su lugar.
Parecía una eternidad la que llevaban luchando, pero tan solo hacía seis meses que el fugitivo golondrino irrumpió en su campo de maíz proponiéndole la revolución soñada. Toda una vida soportando las atrocidades del Hígado Terrorista, el más inalcanzable y perverso ser de todos los campos.
Tras reunir a todos los espantapájaros de la región, decidieron convocar una asamblea con la intención de unir sus fuerzas a las de las ratas lenguaraces, ladronas e interesadas por naturaleza, pero quienes llevaban sufriendo durante generaciones las crueldades del Terrorista. Su afán de codicia y una suma considerable de monedas de oro, traicionaron a hurtadillas su compromiso.
Llevaba un tiempo escuchando rumores de un cuantioso ejército de hormigas coloradas creado por el mismo Hígado.
Ahora, frente al campo de batalla devastado, exhaustos y con la moral por los suelos, el pelotón de espantapájaros y los golondrinos revolucionarios, estaban a punto de dar un vuelco en la contienda que forjaría un nuevo destino y cambiaría por siempre el rumbo de sus vidas.

A. Benlloch

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