miércoles, 30 de noviembre de 2011


León de azafrán


León nació en el mes de noviembre, un día de mucho calor. Su mama llegó caminando sobre un burro de azafrán por los angostos caminos del Valle de McMurdo, sobre la Antártida. Nadie sabe cómo llegó ahí, solo se sabe que ahí apareció. Con una barriga tan grande como el universo y gritando a mares por el dolor. Cuando ya no pudo soportarlo más, se echó sobre el pasto caliente y abrió las piernas para empezar a pujar. León venía con ganas de luchar. El burro arremangó su pellejo suave cubierto de pelo amarillo y enjuagó sus pezuñas en un pequeño lago sobre sus cabezas. Tras nueve intentos el pequeño asomó un pie. Su madre gritó tanto que las rocas del valle comenzaron a temblar. Tras el pie apareció una mano, un culito con dos manchas rojas en sus nalgas y al final, después de mucho estirar, salió una cabecita pelada y arrugada sonriendo.
Su mama quedó tan exhausta que su cuerpo se fundió con la tierra y de ella solo quedaron harapos. El niño, amarrado con fuerza a la suave piel del animal lo miró con dos ojos marrones radiantes de felicidad. El burro, que no pudo soportar tanta alegría explotó en millones de Crocus Sativus de color morado con diminutos filamentos de azafrán, y el valle se colmó de hermosas flores amargas.
León tuvo que continuar su camino a pie. Como era solo un bebe, y recién había llegado al mundo debía comer, a lo lejos una muca alimentaba a sus noventa bebés. León se acercó dando traspiés.
La muca conmovida por el insólito y extraño ser arrugado que la miraba con pesar, hizo espacio en su bolsa marsupial. El niño feliz se acercó dando saltitos y haciendo a un lado a sus ahora hermanos peludos adoptivos, se acurrucó en el marsupio calentito y allí, lactó y durmió hasta que completó su desarrollo.
Cuando llegó el momento los pequeños roedores abandonaron la bolsa y salieron gozosos de libertad. Cada uno corrió en direcciones opuestas, sin vuelta atrás. León miró a su madre adoptiva aferrándose con fuerza al costal.
- Aquí me despido pequeño, busca tu lugar .
León siguió su camino, sin mirar atrás.
Llegó a un claro de tierra y árboles bajos, el sol se veía inmenso, naranja y redondo. Aprendió a caminar con la puesta del astro, y entre rugidos de león se hizo fuerte y alto.
Dicen que cuando llega noviembre los campos se cubren de flores moradas, de esas con filamentos de azafrán. Su aroma amargo confunde a los viajeros y los pone a bailar.
Por ahí camina León desnudo, con sus cabellos dorados al sol. Libre y seguro, sin penas ni temor.


A.Benlloch

5 comentarios:

  1. Toma ya !! k bonito. Que viva esa imaginacion poderosa que todo lo transforma.
    Gracias por tu arte.

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  2. Gracias por esta maravilla. Me has echo disfrutar mucho mientras lo leia sonriendo. Gracias por este deleite.

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  3. Gracias a ti por leer!!

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