miércoles, 16 de enero de 2013

Y tu? Qué quieres ser cuando seas mayor?

Tengo 27 años y no tengo idea de que quiero hacer en mi vida. No se si esto me asusta.
Creo seriamente  que me asusta más el miedo que me transmiten otros (con toda su buena intención) que el propio miedo a veces inexistente que yo siento.
He querido ser muchas cosas desde que tengo memoria, imagino que princesa en algún momento, cuando era una niña enana y me gustaba el rosa, cosa que duró tan solo unos irremediables años de vida. Pues de ahí, pasé a ser una absoluta fanática de la ropa usada que heredaba de mi hermano, el barro y los charcos de agua. Mi padre me contaba que de niña, un poco más alta, quería ser carpintera. Recuerdo un juego de sierras que gané en una feria pescando patitos de plástico y que un hombre alto y feo me robó para su hijo.
Como muchas niñas creo, alguna vez  quise ser veterinaria, cantante, actriz, bióloga marina, modelo, viajera y durante algún tiempo paleontóloga para encontrar dinosaurios y vivir en el desierto.
Pero lo que siempre, sin darme cuenta ni darle importancia hice desde niña, fue pintar y escribir historias. Alguna vez, un poco más adulta pensé en ser pintora. En mi familia todos, o casi todos, son pintores. Sé que nunca fue una vida fácil. Es grata, es bonita si te gusta, pero es dura y dedicada.
Pensé también en ser escritora, pero tras varios intentos un poco frustrados empecé a valorar otras posibilidades. Hasta que llegó Bachillerato.
En bachillerato te preparas para escoger tu futuro, tu camino, quien vas a ser en la vida… y lo mejor de todo, no es la presión de una elección que marcará el resto de tu insignificante existencia… lo mejor de todo, es que esa decisión la tomará un número reflejado en una nota que dirá exactamente,  a que estás destinado.
Por inercia e imagino que presión  social pues nunca me llevé muy bien con las matemáticas, terminé haciendo bachillerato de letras. No me arrepiento. Disfruté el latín, el griego, el castellano y habría disfrutado de otras asignaturas si no fuera por la ineficacia de algunos profesores en, como diría sutilmente, saber enseñar, educar, mostrar, transmitir o simplemente expresarse.
La cuestión es, que llegado el momento, mi nota solo alcanzaba para algunas carreras como psicología, derecho, humanidades, trabajo social, educación social y por supuesto varias mas que en ese preciso instante no me motivaron mucho. Por entonces yo quería ser periodista, de esas que escriben mucho y viajan a conflictos armados, donde están las noticias de verdad, esas que importan, como en las grandes películas.  Pero mi nota no llegaba.
Investigué en Universidades privadas, de esas que pagas y estudias lo que te da la gana. Así fue que averigüé sobre una carrera rara llamada comunicación audiovisual, y como sin darme cuenta terminé estudiando algo que nunca antes me había planteado en lo más mínimo.
Creo que fue una buena elección. Durante cinco años aprendí muchas cosas, sobre todo, que odiaba la televisión, que jamás sería periodista, que la universidad no era nada más que una mentira en la que haces amigos para toda la vida y sobre todo, que moría de ganas por terminar y recorrerme el mundo haciendo documentales.
Ser una viajera empedernida y ayudar a otros son dos fijaciones que tuve desde niña, pese a los intentos frustrados de algunos adultos en intentar socavar mis sueños de conocer el mundo y las burlas de otros por mis berrinches ante lo que yo consideraba injusticias.
Trabajé en bares, restaurantes, pizzerías, discotecas, fiestas infantiles, trabajé en supermercados, grandes almacenes, zapaterías, para anuncios publicitarios, limpiando cuadras de caballos, limpiando baños, trabajé promocionando bebidas, tabaco y toallas higiénicas, vendiendo maletas, plegando ropa y haciendo espectáculos de fuego. He tenido que tragarme muchas veces las ganas de pegarle un puñetazo a mi jefe, las ganas de escupir a una clienta malcriada y la rabia de tener que arrastrarme para conseguir la plata que necesitaba. Pero creo, a veces, que todo valió la pena.
Fue en Cuba cuando me di cuenta que yo estaba irremediablemente hecha para eso. Viajar y viajar de una manera desmesurada, sin miedos. No sé con qué fin, ni tampoco como una simple turista. Quería conocer a las personas, trabajar en sus quehaceres, convivir con ellas, comer con ellas y convertirme en lo que sin darme cuenta siempre había soñado, una pobladora mas del mundo.
Paralelamente fui encontrando en los documentales la excusa perfecta para llegar a lugares y personas a las que no había llegado antes. Nunca fue el resultado si no el proceso. Fue después de mucho tiempo y algunos lugares que encontré mi sitio en Perú. Haciendo lo que me gustaba. Llegué a creer que mi destino era ser una revolucionaria, una guerrillera de las ideas, una luchadora del pueblo (me da mucha risa leer tantas tonterías que escribo), llegue a creer que lo mío eran los documentales, era la enseñanza, era la elaboración de proyectos, y no sé qué cosas más he llegado a creer los últimos años.
Ahora simplemente, no sé lo que quiero… y creo que por primera vez, no tengo ningún miedo.
Estoy a punto de vivir una serie de cambios tan grandes en mi vida que tener claro a donde quiero llegar y como va a ser me parece absurdo. No sé si terminaré pintando, si terminaré trabajando en una chacra, viviendo en las montañas o siendo la madame de un prestigioso prostíbulo de hombres sometidos.
Solo se quien no quiero ser, a donde no quiero ir y en lo que jamás quisiera convertirme. Por ahora, eso me vale para seguir adelante. 

A.Benlloch

1 comentario:

  1. Qué disfrute leer este artículo. Como dicen, la mejor escritura no es pretenciosa, sino sincera, la que nos sale del alma. Saludos.

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