miércoles, 11 de noviembre de 2015

Parir y criar

Soy defensora de la lactancia materna siempre y cuando la madre pueda permitírselo y sea suya, y solo suya, la decisión de hacerlo. 
Dar el pecho no solamente es beneficioso física y emocionalmente para nuestras hijas y para nosotras, además de cómodo y económico, sino que conlleva una gran responsabilidad, dedicación, extenuación y esfuerzo para el que nadie nos prepara.
El puerperio es, sin lugar a dudas, una de las fases más duras por las que pasan las mujeres después de parir, y si das el pecho mucho más. Es un sacrificio que haces con todo el amor de tu corazón, pero que conlleva el sobrevivir a una fase cargada de miedos, dolor, cansancio agotador, cuestionamientos, soledad e incluso a veces depresión. 
Me considero una mujer fuerte que lucha por sus derechos, y aunque no lo crean algunas, me he tenido que enfrentar en más de una ocasión, a situaciones discriminatorias donde no me han dado la posibilidad de darle el pecho a mi hija libremente, o lo más increíble, al prejuicio de otras mujeres por haber optado a dar el pecho y a renunciar a muchos aspectos de mi vida. 
Se puede ser feminista con un bebé colgado de la teta creo yo. 
Dar el pecho o no es al fin y al cabo, una decisión nuestra y solo nuestra. 
Es como decidir tener hijos o no tenerlos, como abortar o parir, o como amar a un hombre o a una mujer. Yo decidí dar el pecho como podría haber decidido no hacerlo. Nadie tomó esa decisión por mi, nadie me puso en la coyuntura de verme en la obligación de tener que hacerlo. Nuestra libertad termina en el mismo instante en el que nos ponen barreras para tomar nuestra propia decisión. 
Lo esencial para mi, más allá de si una mujer opta por darle el pecho o no a su bebé, es hacerlo informada. Conocedoras de lo que suponen nuestra decisiones, seguras y empoderadas. 
No porque un doctor te diga que con la leche materna exclusiva no se alimentan lo suficiente o porque te suelten la barbaridad de que los niños de fórmula son menos felices. Mentiras se dicen muchas y es nuestra responsabilidad saberlo. 
Lo cierto es que en nuestra sociedad se especula mucho con nuestro cuerpo. Muchas mujeres optan por no dar el pecho porque no quieren renunciar a su vida, porque quieren compartir la alimentación de sus hijos con sus parejas, por alguna enfermedad o fuerza mayor o simplemente porque no les apetece andar todo el día con la teta fuera. 
Cualquier opción es válida si es nuestra. 
Pero lo cierto es que también son muchas mujeres las que no pueden dar el pecho a sus hijos porque sus condiciones laborales no se lo permiten, por prejuicios o falta de autoestima propiciado por el negocio de la fórmula y las leches artificiales. 
Al final todo se basa en nuestra capacidad de decisión. 
Nos obligan a parir hijos que no queremos tener y ahora nos obligan a alimentarlos como "ellos" creen que debemos hacerlo. Volvemos a lo mismo, decidir por nosotras. 
Nos obligan a abandonar nuestros puestos de trabajo porque la basura de baja por maternidad que nos dan o las condiciones laborales a las que nos enfrentamos son incompatibles con nuestra visión de crianza. Y ahora nos obligan a dar el pecho pero no posibilitan que nuestros empleos se adapten a ello. 
Una ley retrógrada más que obliga a las mujeres a tomar decisiones que no quieren tomar. Lo de siempre: Ellos deciden cómo hacerlo, nosotras parimos y criamos. 

A. Benlloch

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