domingo, 26 de julio de 2009

La mili

Con el olor del whisky derramado me viene de pronto la vieja Cantina a la cabeza, y sin quererlo, me acuerdo de la mili. Alguna vez fui joven, o al menos eso creo. La mili entonces, a la sazón de “Servicio Militar” era una etapa más de la vida que todos los hombres, o pseudohombres, debíamos atravesar y superar con honores. Hasta que no pasabas por el ejército no tenías ningún derecho a pasar de categoría. Era una especie de post-comunión y pre-boda.
Recién dejé las canicas y los pantalones cortos, comencé a descubrir el mundo sensual de las curvas en movimiento y el placer de perseguir un mundo a trompicones que se me escapaba. Pero entonces llegó la Mili.
Recuerdo ahora las palabras de mi padre antes de partir a Marruecos donde me esperaba la instrucción que haría de mi en doce intensos meses, el semental varonil que todos esperaban “La mili o te hace hombre, o te hace un desgraciado”.
Con la experiencia de un padre al que le atraía más el olor del alcohol que el de su propia mujer, fui consciente de cuanta sabiduría albergaban sus palabras. En efecto regresé convertido en un hombre bastante desgraciado.
Así, sin más alternativas ni más opciones, tuve que aceptar que era una pieza importante en el camino de la “Gloria Patria” de mi España. Mi patria, mi tierra, mis antepasados.
En el Cuartel está el Cuerpo de Guardia, el patio de instrucción, los talleres, el comedor con su suculenta y tentadora comida del mismo color día tras día. Están las duchas, el calabozo (en ocasiones acogedor) y sobre todo, por encima de cualquier ideología, categoría o lógica, omnipresente, determinante y centro de todas las decisiones importantes, La Cantina.
Me vienen buenos recuerdos. El aroma del alcohol rancio y el sudor pegajoso, los alientos ebrios cargados de palabras malsonantes, los incontables bigotes recortados meticulosamente sobre el labio superior, los chasquidos de las manos rascándose y posicionándose los testículos adecuadamente sobre el uniforme, para que el enorme tamaño militar no desequilibrara a los borrachos que constituían a la clientela habitual del oscuro antro.
Benditas las frases y arengas que incitaban a la conquista del mundo, a la derrota de la pérfida y hereje Gran Bretaña y del chauvinista gabacho. Que palabras tan reconfortantes para sentirnos patriotas.¡Por cojones! Copa de Terry. ¡Coño! Copa de ginebra. ¡Por España! Copa de Anís. Ahora soy consciente de si entonces nos hubiesen invadido los moros, por Gibraltar nos iban a pillar a todos borrachos de cojones. La verdad, sería la única manera de que agarráramos el fusil y nos liáramos a pegar tiros. O borrachos o nada…
Se me terminó la copa, será mejor que vaya pidiendo la próxima antes de que regrese parte de mi cordura.

(Para papá)

A.Benlloch

1 comentario:

  1. Buena critica al servicio militar.
    Te paso la dirección de mi blog aver que opinas:
    www.elgatonegroescritos.blogspot.com

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